Tras una noche de pesadillas violentas sobre cómo la desgracia caía sobre nuestra familia, me levantó asustada de mi cama al escuchar los toques a la puerta. Mi cabeza me duele a más no poder, por lo que acaricio mi cien.
—Pasa. Estoy despierta… — digo.
Mi prima pasa con una sonrisa cansada, pero es una que se le cae al ver lo que llevo puesto. Cuando llegué no me quité el vestido de gala, ni el maquillaje, ni el peinado con una lata de fijador. Sólo me tiré en la cama y perdí el conocimiento.
—¿Qué estabas haciendo anoche? ¿No te habías quedado trabajando? No me pude contactar contigo en todo el día — menciona sentándose en mi cama.
—Es una historia muy larga. ¿Qué te han dicho de mi padre?
Amy se emociona con ello, me da una sonrisa muy grande a pesar de que sus ojos están agotados.
—Se ha acabado el tiempo para que presenten las pruebas claves. Lo van a liberar esta tarde — comunica.
Un gran alivio se apodera de mí, pero es inevitable que esta presión en mi pecho siga martirizándom