La desesperación no me deja razonar muy bien. Pido más explicaciones a mi hermana, pero la llamada se corta. Vuelvo a marcar a esta, y no me contesta. Cambio el piso al que quiero ir, y me encamino al puesto de trabajo de Amy para pedirle que me ayude a saber qué pasa.
Al caminar hacia éste, no puedo pedirle ayuda porque está de espalda charlando con alguien al celular. El resto de los empleados, están yéndose o preparando para salir de su trabajo.
—Sí tía. La cuidaré, no dejaré que cometa una locura — habla Amy.
Me doy cuenta de inmediato que está hablando con mi madre. Al voltearse Amy, ella se da cuenta que sé lo de mi padre.
—¿Quién te lo contó? — pregunta ella preocupada bajando el celular.
—¿Quién me lo contó? ¡¿Es lo que más te preocupa?! — exclamo.
Amy ve a los lados para asegurarse de que nadie nos escuche. Se acerca mucho a mí para charlar en el mayor silencio posible.
—Escucha bien, no tienes que perder la calma. Si perdemos la calma, lo perdemos todo.
—¿Cómo no quieres que