Narrado por Damián Goldstein
Llegó a mi departamento con un dolor de cabeza anormal. Voy desabrochando el nudo de mi corbata, mientras subo por las escaleras, hay tanto silencio porque les pedí a las empleadas que me dejarán a solas. Sabía lo que vendría, y sólo no quería testigos de mi mal carácter ante mi inminente despido.
Estiro la mano para abrir la puerta de mi habitación, pero me extraña que esta se encuentre abierta. Empujo la misma para llevarme una sorpresa desagradable.
—Hola… tú — me saluda… Charlotte.
No sólo que Charlotte esté acostada estirada en mi cama es impresionante, sino lo que lleva puesto. O, mejor dicho, lo que no lleva puesto. Está en lencería roja. Lencería muy provocativa.
—¿Qué haces en mi habitación? ¿Quién te dejó entrar? — es lo primero que pregunto.
—¿Esa es la pregunta que me harás? ¿Por qué mejor, no me acompañas? Aquí… hay espacio para los dos — me invita tocando mi cama.
Mi cama, que no es sólo mi cama, es nuestra cama. Es la cama que comparto con L