Aegan fue el primero en captar el rastro del aroma de Lyra, lo cual no fue para nada difícil, en especial porque nadie se habia molestado en ocultarlo siquiera. Aquello era una trampa, estaba cantado a viva voz.
Pero el no podía marcharse sin mas, ignorando a la mujer que amaba.
Damino no tardo en llegar hasta el, guiado por el mismo aroma a jazmin que parecía impregnar la piel de ella.
—Esta en el interior—advirtió con tono seco el príncipe cruel, Aegan simplemente asintió—. Es una trampa.
—Tenemos que encontrar el modo de entrar y salvarla—respondio Aegan, mientras pasaba una mano nerviosa por su cabello dorado.
De todos sus planes, de cada uno de los pensamientos que lo habían guiado hasta ese momento, lo que estaba ocurriendo era lo peor que habia cruzado por su mente. La mera idea de perder a Lyra, de que esta desapareciera de su vida de aquella manera, lo desesperaba. Aegan no tenia planeado dejar que las cosas ocurrieran de aquella maldita manera.
El lucharía hasta el cansancio