El aroma dulce se metió bajo de su piel e inundó todo el cuerpo del lobo. Su instinto animal le pedía tomarla, el racional que no fuera un animal y actuara como el hombre que también comprendía el ser un licántropo.
Aleksi cargó a Beth en brazos y la llevó hasta la habitación que alguna vez compartió la pareja que vivió ahí.
La cama era enorme. Recostó a Beth en un extremo y la contempló unos segundos; lucía hermosa con la tenue luz de la luna entrando por la ventana. Sin embargo, no permaneció más tiempo ahí porque no quería retar a su sentido común cuando moría por estar entre las piernas de esa mujer.
Aleksi salió del cuarto, cerró la puerta y recargó el cuerpo en ésta. La manada no se regía por las leyes humanas, si quisiera podría tomarla a la fuerza y preñarla; era un Ashbourne, un hijo suyo sería protegido y respetado, la madre tendría una vida llena de comodidades. Sin embargo, el lobo descubrió que no quería eso, sino que Beth lo eligiera y decidiera formar esa familia con