4. Eres un monstruo

El dolor en su cuerpo fue lo que la hizo despertar. Sentía como si el abdomen lo tuviera prendido en fuego y la cabeza le dolía horrores. Con lentitud sintió como sus pestañas comenzaban a revolotear y sus párpados luchaban por abrirse.

La luz que se filtró entre sus párpados la hizo volver a cerrar los ojos, pero la oscuridad era peor, pues en la oscuridad lo único que podía ver era la cara quemada del hombre que la había atacado.

Con desesperación terminó de abrir los ojos y se encontró en un lugar totalmente desconocido. No era su casa, ni tampoco era una habitación de hospital. Intentó incorporarse pero un latigazo de dolor la hizo soltar un quejido y fue ahí que sus ojos se dirigieron hacia su abdomen, donde una venda la cubría y debajo de este una pequeña mancha de sangre sobresalía.

—Si te sigues moviendo vas a abrirte los puntos.

La cabeza de Sofía se alzó como un resorte al escuchar esa voz grave y aterciopelada y entonces su respiración se atascó y los latidos se le aceleraron al ver la imponente figura de Gabriel a un lado de la habitación.

Su rostro no demostraba ningún tipo de expresión, era como si no le importara en absoluto que ella estuviera ahí, sin embargo ella lo recordaba. Recordaba la mirada aterradora que le había dado a los hombres que la atacaron, lo que le hacía saber que el pelinegro no era tan indiferente a ella como quería hacerle ver.

—¿Dónd…—su voz estaba totalmente ronca y rasposa, por lo que tuvo que toser al menos dos veces para poder hablar.—¿Dónde estoy? ¿Por qué no me han llevado a un hospital?

Los ojos de tormenta del hombre la estaban viendo con intensidad, antes de separarse de la pared y comenzar a caminar hacía ella y con cada paso que el hombre daba su corazón incrementaba sus latidos.

No podía entender qué era lo que le pasaba con él, pues por más atractivo que el tipo fuera, nada de lo que sentía parecía normal, mucho menos la manera en que lo había extrañado, pero eso era algo que no pensaba decirle.

—Te lo advertí— le dijo entonces él, sus palabras vibrando dentro de su cuerpo—Te dije que recogieras tus cosas y te largaras de aquí, pero no hiciste caso.

Al escucharlo no pudo evitar que esa chispa de rabia e indignación se encendiera dentro de ella. No podía creer que después de lo que acababa de pasar, él estuviera diciendo aquello.

—¿Me estás culpando?— le dijo, su voz era susurro ahogado e incrédulo mientras lo veía con todo el dolor y la rabia que podía—¿Estás diciendo que me merecía esto por haber decidido hacer mi trabajo?!

El gruñido que salió de Gabriel no tuvo nada de humano, pareció más bien el rugido de un animal herido y furioso y eso fue suficiente para poner a temblar todo su cuerpo. Sus instintos le estaban gritando que se pusiera en pie y se largara de ahí. Pues había algo muy, pero muy malo pasando con el hombre frente a él.

Con todo el cuerpo tembloroso y el corazón a punto de estallar, llevó sus ojos a los de Gabriel antes de preguntar:

—¿Quién eres tú? ¿Por qué me has traído aquí?

Él viéndose totalmente desesperado y fuera de sí, avanzó hacía ella, sus ojos brillando de manera extraña mientras le dice:

—¿Quién soy? ¡PUES SOY EL QUE HA SALVADO TU VIDA! Tú no eres más que una tonta que no escucha— le gritó mientras seguía avanzando hacía ella— Y si estás aquí es por…

Entonces se detuvo. Por alguna razón todo el cuerpo de Gabriel pareció haberse quedado paralizado mientras que sus ojos la recorrieron de pies a cabeza como si estuviera viéndola por primera vez. 

Su gesto aterrado, mientras que esos ojos de plomo se quedaron fijos en el abdomen de ella y tomándola totalmente por sorpresa, acortó aún más la distancia antes de olfatear como un perro, cerca de ella.

—¿Pero qué demonios estás haciendo?— preguntó, intentando retroceder a pesar del dolor de su herida,  pero antes de poder hacerlo, él la sostuvo con fuerza del brazo inmovilizandola,  y al inclinar la cabeza, Sofía sintió como el pánico se disparó en su cuerpo al verle los ojos que se habían vuelto tan rojos como la sangre.

El miedo la tenía totalmente paralizada mientras veía, anonadada como el apuesto hombre frente a ella comenzó a convertirse lentamente en el monstruo más aterrador que había visto jamás.

Sus ojos se volvieron rojos, sus colmillos y dientes se agrandaron y sus manos, sus dedos, se convirtieron en garras que en ese momento estaban apretando su brazo con tanta fuerza que temía que pudiera partirlo.

—Oh Dios… Oh Dios….— Nada coherente salió de sus labios mientras que sus latidos iban desaforados—¿Qué es esto… ¿Qué eres?

Gabriel rugiendo y alejándose de ella no alejaba sus ojos de su abdomen, antes de verla brevemente a la cara y decir:

—Soy el monstruo con que los humanos tienen pesadillas, soy la especie superior— le dijo y sus palabras solo la confundían más—Soy el rey de los hombres lobo y tú, a partir de ahora, me perteneces. No vas a salir de aquí.

NO..NO..NO ¡ESO TENÍA QUE SER UNA BROMA!

Su cabeza negaba una y otra vez mientras que sus ojos se iban llenando de lágrimas, debido al miedo y la desesperación que estaba sintiendo. Nada de eso tenía sentido. ¡Los hombres lobo no existían! Y de ser así ella no tenía por qué ser su prisionera.

—No puedes…— dijo en medio de un susurro aterrado—No puedes retenerme, me van a buscar. —agregó esperanzada—La policía, los detectives, todos se darán cuenta que no estoy y vendrán por ti… pero si me dejas ir yo pue…

—¡NO! — su grito la hizo dar un respingo que mandó una corriente de dolor a su abdomen—Ya no puedes irte, es demasiado tarde, ahora tu destino es quedarte aquí hasta que yo decida que hacer contigo y lo que representas Y si alguno de tus amigos policías decide venir aquí, entonces te aseguró que tampoco volverá a salir, jamás.

Las palabras del hombre solo conseguían dejarla más confundida, ¿Qué significaba aquello? ¿Qué era lo que ella representaba? ¿Cómo no se había dado cuenta de lo que el hombre era?

—Eres un monstruo— dijo entonces sin poder contenerse y no se estaba refiriendo a su apariencia—El asesino, el causante de todo, siempre has sido tú.

Negando con la cabeza, Gabriel poco a poco volvió a su forma normal, antes de caminar hasta la puerta de la habitación y decirle:

—En eso tienes razón, si soy un monstruo y además el rey todo este maldito lugar, así que más te vale que te acostumbres o te va a ir muy mal.

Y así, sin decirle nada más salió de la habitación dejándola aterrada y destrozada. 

¿En dónde demonios se había metido y qué iba a hacer para salir de ahí?

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