3. Alguien quiere morir

Un mes, un maldito mes ha pasado y Sofía no volvió a saber absolutamente más nada de Gabriel, fue como si literalmente la tierra se lo hubiese tragado. Y es que aunque era el principal sospechoso en su caso, ningún juez estaba dispuesto a volver a efectuar un citatorio para un nuevo interrogatorio.

No sabía qué poder tenía ese hombre en el pueblo, pero parecía que nadie podía contra él.

Los asesinatos, aunque pareció por un momento que habían cesado, habían vuelto a tomar fuerza en las últimas semanas cuando se encontraron dos hombres sin vida con las mismas características que los pasados y cada vez que la policía creía tener alguna pista que ella les daba, esto sólo los llevaba a un laberinto sin salida.

Sin embargo, por primera vez tenía el presentimiento de que estaba acercándose a algo, pues había decidido escanear las imágenes de las símbolos marcados en los cuerpos y su sorpresa fue inmensa cuando descubrió que se trataba de un idioma antiguo de una tribu de lo que habían llamado “Salvajes”

Si conseguía encontrar la traducción completa de los símbolos, tal vez pueda llegar hasta el asesino, o al menos saber qué es lo que está buscando.

Sus manos se movían ansiosas por la pantalla de su tablet, cuando el sonido de la puerta le hizo dar un brinco asustada antes de ver al amable hombre del aseo viéndola desde la entrada.

—Disculpe señorita, pero ya la morgue va a cerrar y usted no debería estar sola en las calles tan tarde.

Dando una mirada a su celular se sorprendió al darse cuenta que ya eran pasadas las diez de la noche, por lo que recogiendo sus cosas con rapidez le dio una sonrisa al hombre antes de decir:

—Muchas gracias por avisarme, señor Jhon. En un momento me voy.

El hombre le regaló una sonrisa antes de seguir su camino. Ella tomó todas las fotografías del caso, las guardó celosamente en una carpeta dentro del bolso y solo entonces salió del lugar.

Nada más poner un pie fuera de la Morgue, sintió el ya característico sentimiento de estar siendo observada, era algo que desde hace un mes no dejaba de sentir, pero creía que se trataba de su subconsciente que le hacía creer que veía esos ojos de tormenta en todas partes.

—Estoy volviendome loca— susurró, al tiempo que apretando con fuerza el maletín emprendía su camino por las solitarias calles de Hillstone.

Desde que los asesinatos habían comenzado, toda la vida del pueblo había ido apagándose, poco a poco los negocios habían comenzado a cerrar temprano y más pronto que tarde se encontró con que después de las 8:00 pm todo el lugar se volvía un pueblo fantasma.

Estaba a punto de dar la vuelta en la esquina para llegar a su edificio cuando desde las sombras de un callejón una mano la sostuvo con violencia del brazo y tirando de ella la estrelló contra la pared.

El dolor explotó en cada parte de su cuerpo y sintió que la vista se le puso nublada antes de que una mano la sostuviera con fuerza de la garganta, fue ahí cuando la conciencia regresó a ella y abriendo los ojos se encontró frente a frente con uno de los hombres más aterradores que había visto.

—Llévese todo…— dijo en medio de un susurro aterrado, mientras que las imágenes de los cuerpos mutilados que llevaba semanas viendo aparecían en su mente—Por favor, solo llévese todo y déjeme ir.

El tipo que llevaba medio rostro totalmente quemado y un parche tapaba lo que debía ser su ojo derecho, le sonrió con malicia antes de acercar su rostro al de ella y el olor a sangre y podredumbre que este desprendía hizo que se le revolviera el estómago.

Sofía, atrapada en un callejón oscuro y frío, sintió cómo la presión de las manos del hombre quemado en su garganta se intensificaban. Luchó por tomar aire, pero sus pulmones parecían colapsar bajo la fuerza del agresor. El terror le nubló la mente, y las imágenes de los cuerpos mutilados que había estado investigando la atormentaban.

—No debiste seguir investigando —dijo uno de los atacantes con voz fría y amenazante—. Te advertimos. No juegues con fuego. Esto va a ser solo el inicio de lo que te espera.

Entonces antes de siquiera poder procesar las palabras del atacante, sintió como una punta filosa le atravesó la tela de la blusa hasta incrustarse en su piel, consiguiendo que un grito desgarrador saliera de ella.

—¡Ahhhhhhh!

El otro hombre simplemente veía todo con una sonrisa maliciosa. Ella sabía que estaban a punto de hacerle algo terrible cuando una figura oscura y poderosa apareció en el callejón, y tomando al hombre del cuello lo tiró al otro extremo del callejón, consiguiendo que ella, presa del dolor se resbalara hacia el suelo, mientras que con manos temblorosas trataba de detener la sangre que salía de su abdomen.

Parece que alguien quiere morir —dijo una voz grave y llena de autoridad.

Entonces cuando Sofía elevó el rostro lo vio: Gabriel, viéndose tan temerario como la primera vez se interponía entre ella y los atacantes, sin embargo, no alcanzó a ver nada más porque lentamente la oscuridad fue apoderándose de ella.

Un mes, había sido un mes de sigilosa observación desde que Gabriel supo que Sofía era su Mate y además la persona que quería meterlo tras las rejas por los asesinatos de Hillstone. 

Él la había vigilado desde las sombras, siempre manteniéndose a una distancia segura para no despertar su sospecha. Durante ese tiempo, había sido testigo de su tenacidad y dedicación para resolver el caso, incluso cuando parecía estar llegando a un punto muerto.

Sin embargo, al final había decidido envíar a su Beta a hacer la tarea, pues verla cada día lo único que hacía era despertar sus deseos más oscuros y por alguna razón, parecía que ella podía sentirlo.

Estaba en el estudio de su mansión en medio de la manada, cuando su celular sonó anunciando una llamada de Blake, su beta y un mal presentimiento se asentó de inmediato en la boca de su estómago.

—¿Qué está mal?— preguntó, pues conocía muy bien a su beta.

—La han atacado, señor. Unos hombres la tienen retenida en el callejón de la calle Wells, ¿desea que intervenga, alfa?

—Yo mismo voy a matarlos— dijo, antes de moverse con toda la rapidez que su cuerpo sobrenatural le permitía, antes de llegar al lugar donde esos hijos de puta la tenían retenida.

Lo primero que sintió fue el miedo que emanaba del cuerpo de la chica, y lo segundo fue el olor a la sangre, su sangre, que revolucionó y enloqueció al lobo a su interior. Ella era su compañera y estaba herida. Esto no iba a terminar bien para ellos.

Parece que alguien quiere morir —dijo, su voz grave y llena de autoridad.

Los atacantes, dos lobos desertores que habían huido de otras manadas, se giraron en redondo hacia él y pudo notar cómo el pánico llenó sus facciones al reconocerlo.

—Alfa Nightshade— La nota de terror solo alimentó las ansias de sangre y venganza dentro de él, sin embargo, cuando su transformación iba a empezar, vio como el cuerpo de la chica se resbaló hasta el suelo, sus manos tratando de retener lo que parecía ser una herida profunda.

En ese instante tuvo que debatirse entre destrizar a los imbéciles frente a él o salvar a la chica. Pues dejarla morir eliminaría más de un problema para él, sin embargo de solo pensarlo todo en su interior se revolvía.

Cuando elevó nuevamente el rostro vio que ambos lobos corrían lejos de él mientras que su Beta parecía esperar la primera orden para seguirlos.

— ¿Qué haremos, mi alfa? —le preguntó su beta.

Gabriel respiró hondo, tratando de aplacar su enojo. Se acercó a la forense, cuyo rostro pálido mostraba signos de agonía por el dolor de su herida. Con delicadeza, la levantó en sus brazos.

—La llevaremos con nosotros —dijo, mientras su mirada se tornaba más intensa y preocupada—. Está claro que ha conseguido descubrir más que cualquiera sobre los asesinatos, no podemos permitir que comparta esa información con nadie, desde ahora se quedará en la manada. Cautiva.

Su beta, aunque no sabía las verdaderas razones detrás de sus acciones,  asintió en comprensión, y juntos, cargando a Sofía, se dirigieron hacia la mansión de la manada.

Gabriel sabía que había cruzado un límite, que nada volvería a ser lo mismo, pero no podía permitir que algo malo le ocurriera a la mujer que para bien o para mala había llegado a su mundo de forma irrevocable.

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