2. Mi mate

Gabriel no podía alejar la mirada de la mujer enfrente de él, nunca antes se había sentido tan atraído por una humana y ahora simplemente no podía sacarla de su mente, razón por la cuál la había seguido hasta ahí. Pero es que debía admitir que la mujer con su cabello castaño, su piel de porcelana y esos ojos oscuros y profundos lo tenía cautivado.

Sin embargo, eso no era lo que lo tenía paralizado en estos momentos, no, lo que lo tenía alucinando era que él había intentado utilizar su poder de hipnosis con ella para hacer que se largara del pueblo y dejara de meterse en su camino, pero su sorpresa fue absoluta cuando nada pasó.

Ella era totalmente inmune a él y eso era algo que en sus más de ciento cincuenta años nunca antes le había pasado.

Joder, él era no solo el Alfa más poderoso de todos los tiempos, sino que además era el Rey de los alfas, lider de todas las especies, entonces ¿Cómo demonios esto era posible? 

La voz suave y sedosa de la humana llenó sus oídos haciendo que sus ojos fueran nuevamente a su rostro.

—No voy a ir a ninguna parte, por si no lo sabe a veces los riesgos valen la pena.—Le dijo y levantó su barbilla y fue ese simple gesto de rebeldía, lo que terminó de joder su cabeza.

Sin poder controlar sus propios impulsos, sostuvo el cuello de la mujer con una mano y con la otra acercó su cuerpo al suyo, mientras que llevaba sus labios a los de ella y susurraba en un gruñido bajo:

—Tiene toda la razón, doctora y es justo por eso que voy a arriesgarme.

Entonces la besó. Y joder, él sabía que no estaba bien, que su especie no debería mezclarse con los humanos y que él era el primero que hacía respetar las reglas, pero en esos momentos el deseo y la necesidad eran algo que no podía controlar.

Los labios de la mujer eran suaves y carnosos con un sabor a melocotones que estaba a punto de ponerlo de rodillas. Su mano se apretó con más fuerza de su cintura y con un gruñido capturó su labio inferior con los dientes consiguiendo que la chica deje salir un gemido antes de decirle las palabras que lo enloquecerían:

—Mi casa… Vamos a mi casa.

Gabriel ni siquiera sabía en qué momento habían llegado a la casita donde la chica se estaba quedando, lo único de lo que él era consciente era que estaban atrapados en el éxtasis de la pasión y el deseo, ninguno de los dos pudo evitar ceder ante la intensa atracción que sentían el uno por el otro. 

Sus manos recorrían cada centímetro del cuerpo menudo, pero con curvas de la chica viendo como todo en ella reaccionaba a su toque, como temblaba por él.

—¿No quiere hacerme un nuevo interrogatorio, doctora?— preguntó con voz grave, viendo como las mejillas de la chica se encendían en un rubor que lo único que hacía era incrementar su deseo.

—Estoy… Estoy segura de que ya tendré tiempo para eso— contestó ella con la respiración agitada y las pupilas dilatadas, la sola visión por poco hizo que se transformara ahí delante de ella.

Con todo el autocontrol que pudo emplear, se encargó de sacar cada prenda del cuerpo de la mujer hasta tenerla desnuda enfrente de él. Su piel de porcelana, sus senos firmes y su rostro lleno de inocencia lo estaban enloqueciendo.

—Voy a devorarte, pequeña—le dijo, segundos antes de sacar su propia ropa y lanzar de un solo movimiento a la chica sobre la cama.

Sus cuerpos se fundieron en un apasionado abrazo, parecía que estaban hechos para encajar, sus manos explorando cada centímetro de piel mientras sus labios se buscaban con hambre y en el momento en que él entró en ella, su lobo interior rugió con fuerza, de una manera que nunca antes de había pasado.

Nada de lo que estaba pasando ahí, era algo que hubiese sentido antes. 

La luna brillaba en el cielo, testigo silencioso de su encuentro y haciendo que la bestia que guardaba en su interior rugiera con intensidad.

Cuando finalmente el deseo que llevaba dentro se calmó, vio como Sofía se acomodó en la cama, exhausta y soñolienta, pero satisfecha mientras que poco a poco iba cediendo ante el sueño. Entonces, cuando estaba a punto de levantarse, lo sintió: empezó como un cosquilleo, luego pasó a ser un ronroneo y finalmente sintió el tirón de su alma impulsandolo hacía la pequeña y frágil humana acostada a su lado.

—No…No, esto no puede estar pasando— se dijo, porque nada de aquello tenía sentido, no era posible que aquella fragil y debil mujer fuera su mate.

La mate del lobo más poderoso de todos los tiempos. Eso tenía que ser una m*****a broma. Gabriel, sintiendo la lucha interna entre su instinto y su razón, se incorporó y comenzó a vestirse en silencio.

Antes de que la mujer en la cama  pudiera  despertar, él dejó una nota en la mesita de noche y se deslizó de la habitación sin hacer ruido, esperando no volver a ver a aquella mujer más nunca en su vida..

La alarma de su celular fue lo que la hizo despertarse. Y al intentar moverle el dolor placentero que estalló en su cuerpo le hizo recordar todo lo que había hecho la noche anterior y con quien. Sin embargo, al abrir los ojos y levantarse de la cama se sintió abrumada por la soledad que la rodeaba. El hombre que la había llevado al éxtasis la noche anterior se había ido mientras ella dormía.

Con un nudo en el estómago, que ni siquiera comprendía, pues no era como si estuvieran en una relación, Sofía se sentó en la cama y miró a su alrededor, preguntándose si todo había sido un sueño. 

Pero no, las sábanas revueltas y el olor a su perfume en la habitación confirmaban que no había sido una ilusión.

Entonces, cuando estaba decidida a meterse en la ducha  encontró una nota en la mesita de noche, escrita con una caligrafía elegante. La nota decía:

“Sofia, esto no debería haber ocurrido. Necesitas alejarte de mí por tu propio bien. Vete del pueblo lo antes posible, Gabriel."

—Maldito hijo de puta— susurró, mientras sentía como la decepción y otro sentimiento que no conseguía identificar se apoderaba de su cuerpo—No pienso ir a ninguna parte, voy a buscarte y meterte tras las rejas.

Bañada y cambiada estaba decidida a llegar a la comisaría y decirle a Collin que tenían que volver a revisar todos los expedientes, cuando su teléfono sonó con insistencia y al verlo se dio cuenta que era efectivamente una llamada de la morgue local. 

Con el corazón acelerado, Sofía contestó y escuchó la voz de Collin del otro lado.

—Lo siento por llamarte tan temprano, Sofía, pero ha habido un nuevo asesinato—, dijo el hombre con voz cansada—Necesitamos tu experiencia en la morgue lo antes posible.

—En cinco minutos estoy allá.

 Al llegar a la morgue, se encontró con una escena espeluznante. Había otro cuerpo sin vida en una de las mesas de autopsia y los patrones eran exactamente los mismos que los anteriores.

Sofía examinó el cuerpo con precisión, tomando muestras y anotando sus observaciones. Pero cuando revisó la hora de la muerte estimada, se dio cuenta de algo impactante. Gabriel no podía ser el asesino, ya que estaba con ella en ese momento.

Sofía sintió un alivio momentáneo, pero también una sensación de desconcierto. El misterio de quién era el asesino y la verdadera naturaleza de Gabriel la tenían atrapada en un torbellino de emociones y preguntas sin respuesta.

—¿Qué demonios es lo que está pasando en este pueblo?

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