El día estaba lluvioso y húmedo y un poco frío. Deanna regresaba de recoger a los niños de la escuela cuando recibió un mensaje en su teléfono:
-Hola Deanna ¿cómo estás? Hace días que no hablamos, ven al departamento a tomar un café –
Era Laura.
- ¡Laura! Me encantaría, pero Daniel está fuera de la ciudad y me quedé sola con los niños. ¿Por qué no vienes a la casa? –
Y Laura fue a pesar de la lluvia. Llegó pálida, con el rostro triste y con dificultad para caminar. Deanna se apresuró a recibirla.
Mientras los niños estaba cada cual en lo suyo, se sentaron con un té en la cocina. En verdad el vientre de Laura había crecido bastante en poco tiempo.
-Lamento haberte sacado de tus cosas, Dean, pero en verdad quería hablar con alguien –
- Para nada, gracias por venir a pesar del día… ¿Qué sucede? –
Laura se tomó el vientre con ambas manos, como solía hacer antes de hablar de Harry.
-No sé qué hacer, Deanna, o a quién más recurrir… Me siento cada vez más triste y cansada, no sé cómo logré l