Juliana y Joaquín Jr. se miraron entre ellos, con los ojos bien abiertos.
—El abuelo ya no se enoja, ni se desmaya —dijeron sorprendidos, entonces se aproximaron a saludarlo.
—Buenos días, abuelo. —Lo abrazaron.
Joaquín rodó los ojos, resopló.
—Solo por hoy haré una excepción y podrán llamarme así, pero desde mañana sigo siendo papá Joaquín. ¿Quedó claro?
Malú y Abel no pudieron evitar carcajear al escucharlo.
—¿Y a mí no piensas saludarme? —reclamó María Paz a Cris.
El pequeño sonrió mostrando su blanca dentadura, se acercó a la bella señora, y la abrazó.
«Ojalá tú y tu mamá hayan hecho el milagro que tanto espero, y el corazón de mi hijo sane» pensó y sus ojos se cristalizaron al tener en sus brazos al niño.
Justo en ese instante llegó otro vehículo y Mariluz y Thiago bajaron corriendo.
—Hola, papá Joaquín —saludaron a coro.
—Por hoy le podemos decir abuelo —recalcó Juliana.
Los dos niños se taparon la boca con la mano, observaron a Joaquín esperando su reacción, pero al