Capítulo 53: Vamos a volvernos eternos.

De vuelta a casa, en la travesía un profundo silencio reinaba entre Paula y Juan Andrés. Él conducía pensativo, en su mente solo rondaban las palabras del médico.

«¿Y si es cierta la maldición de Luz Aída?» se cuestionaba mientras seguía por la carretera. «¿Y si en verdad los Duque estamos destinados a perder a la mujer que amamos?» se preguntó, el corazón le tembló: «¡No debí enamorarme!» resopló.

—¡Cuidado! —gritó de forma aterradora Paula, al ver que Juan Andrés iba a arrollar a un canino.

El joven frenó de golpe, las llantas rechinaron, el animal huyó despavorido. Paula abrió los ojos, tenía su mano en el pecho. Juan Andrés sacudió la cabeza.

—¿Qué te pasa? —indagó Paula—, vienes en silencio, y muy distraído. ¿Te ocurre algo? —indagó ella, intentando normalizar su respiración.

—Estoy un poco cansado —carraspeó, con sequedad. El tono de su voz fue frío, ni siquiera la miró.

Paula se estremeció, parecía que estaba de nuevo ante aquel hombre egoísta y sin sentimientos, entonces
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