—Ay, no puede ser —Elizabeth escuchó a Bastian quejarse—. A mí se me hace que esto es un secuestro. ¡Qué nervios!
Les habían cubierto la cabeza y tenían sus manos atadas en la espalda.
Apenas entraron les indicaron que se tiraran en el suelo de la furgoneta y Elizabeth obedeció antes de ser golpeada por no seguir las indicaciones.
Elizabeth se mantuvo en silencio mientras los trasladaban, no iba a propiciar ningún enfrentamiento que provocara que le hicieran daño al bebé.
A pesar de la situación, intentó no perder los nervios.
Roger seguro llegaría pronto a casa y se daría cuenta de que no estaban.
Con los protector que estaba seguro movía a medio mundo para encontrarlos.
A Bastian quizá no, pero a ella sí, así que al final estaba segura de que los salvarían.
—Yo iba a tener mi historia de amor con un doctor y ahora me encuentro con esto. Al final Alexander tenía razón y mi gran amor es un delincuente. ¿Algún gay por aquí? —prosiguió Bastian—. ¡Me asfixio! ¡Quitarme esto de la cabez