Una responsabilidad inaceptable.
Desafortunadamente uno de los ignorados no era tan tolerante.
—¿Qué diablos haces aquí?
Interrumpió la voz de Héctor el momentáneo silencio. Oliver hizo una mueca y Liliana trago saliva nerviosa. Recordando lo que había pasado el ultimo día que se encontraron, dio un paso frente a Héctor y le sonrió.
—Tengo hambre, hay que ir a casa.
Héctor sintió un terrible sabor agrio en la boca, pero asintió y mientras ella tomaba su mano para irse, le dio un último vistazo a Oliver. Este tenía los puños fuertemente apretados y la mandíbula tensa.
Sonrió con suficiencia y le dio un leve asentimiento. Mientras Liliana con los ojos fuertemente cerrados, se disculpaba millones de veces con él. Oliver se quedó de pie solo en medio del maravilloso paisaje, el cual había perdido completamente el brillo y color por la ausencia de quien se lo otorgaba.
—Regresarás mis brazos... Estoy seguro.
Miro hacia donde ella había visto y también noto la belleza del lugar. Tomo nota y se fue en silencio.
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