Rob Ellison es considerado uno de los hombres más poderosos del país. Su vida sería un sueño, pero una terrible maldición pesa sobre el apellido familiar. Desesperado por encontrar una esposa que le dé herederos y que no tenga miedo de su maldición, accede a viajar a un pequeño pueblito de Kansas para tener una cita a ciegas con todas las mujeres del lugar. Evelyn dejó atrás todo su mundo el día en que aceptó la propuesta de matrimonio de Gael. Sin pensar en las consecuencias, dejó su país con la idea de vivir su amor soñado. Esos sueños se truncan cuando descubre que su nuevo marido esconde muchos secretos y termina en una relación de abusos y malos tratos. Para salvar su vida, una noche consigue escapar junto a su hijo y logra ser rescatada por la patrulla fronteriza. Tras lo ocurrido, con una nueva identidad y siendo resguardada por protección de testigos, Evelyn comienza una nueva vida en un pequeño pueblito de Kansas, donde la población masculina es casi inexistente y cree que nadie perturbará su paz. Una mujer que oculta su pasado para salvar su vida. Un hombre que no quiere enamorarse por miedo a la maldición que pesa sobre él. A ambos les persigue el mismo destino, pero ninguno será capaz de librarse de las garras del amor. ¿Podrán liberarse de sus propios fantasmas y volver a ser felices?
Leer másEve escuchó desde su habitación cuando Gael entró a la parte trasera del rancho con sus hombres.
Sintió un escalofrío al saber lo que vendría después. Con suerte se emborracharía con ellos y se quedaría dormido sin molestarla.Su pequeño de tres años se encontraba descansando a su lado. Se levantó con rapidez para apagar la luz y cerrar la ventana para que el escándalo que harían no perturbara el sueño de su hijo.Su pareja la había engañado, se hizo pasar por alguien que no era y cuando la tuvo en sus manos le quitó toda su documentación y la secuestró. Llevaba más de cuatro años sufriendo un martirio, se mantenía viva por su pequeño, pero en la última paliza que le dio acabó en el hospital.Gael se había empeñado en que Mathew no era su hijo y cada día que pasaba los malos tratos eran cada vez peores. Se mantenía en pie a fuerza de voluntad y amor por su pequeño, pero cada día que pasaba sobrevivir a aquel lugar era cada vez más difícil.Eve estaba por quedarse dormida, cuando los gritos y las risas femeninas resonaron en sus oídos.Sabía bien que a Gael no le importaba meter a sus amantes en la casa, ni mostrarlas frente a ella, eso había dejado de importarle hace mucho tiempo.El amor que un día sintió por él se había agotado y solo deseaba sobrevivir para escapar de sus garras.Imaginaba el día en que pudiera volver a desplegar sus alas y volar en libertad. Casi no podía recordar ya lo que se sentía poder vivir sin miedo.Se cubrió los oídos y comenzó a llorar con desesperación cuando la fiesta derivó en que los hombres empezaran a hacer disparos al aire. A la primera detonación su hijo se despertó, abrió los ojos, asustado y comenzó a llorar presa del pánico.Eve lo abrazó, pero un nuevo disparo retumbó en la noche y solo provocó que el pequeño gritara con más furia.De pronto, todo se silenció menos el llanto de su hijo. Aunque la paz duró muy poco. Escuchó la maldición de Gael y su voz pastosa a la vez que pronunciaba su nombre.—¡Eve, asómate, m*****a perra! —el alarido furioso la hizo abrazarse con más fuerza a su hijo—. ¡Calla a ese jodido niño! ¡No me deja divertirme en paz!Atemorizada se acercó a la ventana, si ella no lo hacía él lo tomaría como una falta de respeto.Eve vio a la mujer que Gael tenía sobre el regazo y cerró los ojos. Le dolía la humillación, si no la quería, ¿por qué continuaba reteniéndola?Le cubrió el rostro a su hijo para evitarle ver la depravación, mientras ella temblaba sin poder contenerse.—Lo es-estoy inten-intentando —balbuceó casi sin poder hablar por el castañeo de sus dientes—. Vamos, bebé, deja de llorar, por favor. Te lo ruego, mi vida, no llores —susurró al pequeño y comenzó a canturrear una melodía, a pesar de que Gael se lo tenía prohibido.Ni su abrazo, ni sus palabras, ni su voz arrullándolo, lograron que el pequeño Mateo cesara de gritar. El bebé podía sentir el terror de Eve y lo manifestaba con su llanto.—¡Te voy a enseñar a obedecer! —volvió a gritar Gael y corrió al interior con la pistola en la mano.Eve miró a su alrededor buscando dónde esconderse, aunque sabía que no tenía escapatoria y que estaba atrapada.Todavía le dolía el cuerpo de los golpes de la última vez, no quería pensar en sufrir lo mismo de nuevo.Corrió hacia un rincón de la habitación y colocó a su pequeño en la esquina. Se sentó frente a él para cubrirlo con su cuerpo y se abrazó a sus rodillas sin dejar de temblar.—¡Pégame a mí! —gritó aterrada cuando la puerta se abrió y golpeó la pared—. Deja a Mateo, es un bebé, por favor, solo es un bebé —balbuceó sin mirarlo al rostro.Su hijo cada vez lloraba con más fuerza, los gritos y los disparos provocaban esa reacción en él porque entraba en crisis.Se lo había intentado explicar muchas veces a Gael, pero en todas ellas él se enfurecía y la golpeaba.A su hijo le habían diagnosticado autismo y, aunque casi no hablaba, ella sabía que podía entender mucho de lo que escuchaba.Sintió el metal de la pistola sobre su frente y deseó que jalara del gatillo y acabara de una vez con todo.Su deseo no se vio cumplido, él guardo el arma en su funda para tener las manos libres.—Te escuché cantar, perra. ¿No decías que nunca más ibas a hacerlo? Ya sabes que solo puedes cantar para mí —dijo y sin darle tiempo a que se preparara el puño golpeó en su rostro reventándole el labio.Eve chocó con la pared debido al impacto, pero de ella solo escapó un gemido ahogado y un temblor incontrolable.Aquello no era nada, él podía ser mucho más cruel y mientras se desquitara con ella y no con su hijo lo soportaría.Lo miró con los ojos vacíos, sin vida, él se había llevado todo lo que ella era. Respiraba, pero Eve se sentía muerta por dentro.—Mátame de una vez —rogó entre lágrimas—. Prefiero morir a seguir aquí.La petición salió fruto de la impotencia y de la depresión que cada día podía con ella.Un nuevo golpe impactó al otro lado de su rostro, en esa ocasión fue un bofetón que le provocó un dolor terrible en el oído.Se mareó y luchó por mantenerse consciente.—Jamás, Eve. Ni la muerte te separará de mí, eres mía y siempre lo serás. Pero a ese chamaco gritón sí voy a matarlo, no serás de otro hombre, ni siquiera de tu propio hijo —siseó con todo el veneno que esa lengua de serpiente era capaz de dar.—¡También es tu hijo! —gritó con un valor que solo salía cuando se trataba de defender a su pequeño—. Si lo dañas, me mataré y se te acabará tu juguete. Me quieres viva para torturarme, aquí estoy, pero a él déjalo en paz.—¡¿Te atreves a amenazarme?! —La agarró del cabello hasta levantarla del suelo. Eve intentaba soltarse sin éxito—. ¡Martín! Ven aquí ahora mismo.Gael llamó a uno de sus hombres y este no tardó mucho en aparecer.—Dime, patrón.—Ayúdame con ese chamaco, agárralo. —Después la miró a ella con odio—. Obedecerás, porque si no lo haces no te dejaré ver a tu hijo —bajó el tono de voz a un susurro y le dijo junto al oído—: Yo no lo voy a matar, pero tampoco lo pienso cuidar. Ya sabes cómo debes portarte si lo quieres de vuelta.En ese momento su mente no podía comprender la crueldad de sus palabras. Hasta que vio como su empleado se llevaba a su hijo en brazos y a ella la encerraba en la habitación.Eve lloró y golpeó la puerta hasta caer rendida al agotamiento, pero no sirvió para que Gael escuchara sus súplicas. Hasta que Martín entró en la habitación en la mitad de la noche y le cubrió la boca para que no gritara.Llevaba a su bebé dormido en los brazos y se lo dio a ella para que lo sostuviera, después le colocó un suéter sobre los hombros, le dio una mochila y algo de dinero.—Te ayudaré a escapar, podré estar en malos pasos, pero jamás voy a permitir que dañen a una mujer y a su hijo. Hay un coche fuera esperándote, lo manejarás solo hasta el pueblo y de ahí lo abandonarás. Si no lo haces él podrá rastrearte.Eve agarró a su pequeño con cuidado y lo cubrió con el suéter.—¿Por qué lo haces? Si sabe que fuiste tú, él te matará.Martín la miró con dolor y después dijo:—Porque vi a mi hermana pasar por lo mismo y a ella no pude salvarla. No dejaré que te ocurra a ti lo mismo, sé que ella lo habría querido así. Huye, Eve y no mires atrás.***Parte que faltaba del capítulo anterior*** —¡Cárguenlo, rápido! —escuchó que decía una voz que Eve desconocía. Alguien le quitó el peso de su marido de encima y descubrió que era Billy. El vaquero agarró a Rob, su esposo tenía los ojos cerrados y parecía estar inconsciente. No quería pensar en que no estuviera con vida. Él la había cubierto todo el tiempo, su ropa estaba desgarrada y en su espalda había mucha sangre. Billy no parecía mejor, pero al menos estaba consciente. Adeline cojeó hacia ella y, a pesar de estar herida al igual que el vaquero, se esforzó por ayudarla a levantarse. Era la primera vez que la veía tan seria. —Si soy un espíritu, no me lo digas, Eve. Quiero regresar para ver a mi marido y a mi hija —susurró, pero ella era incapaz de decir nada—. Me hizo falta morirme para darme cuenta de que no deseo estar casada con nadie más que con él. Pudo sacarla de dudas, pero en ese momento hasta ella sentía que podía estar muerta. Eve se cubrió la boca para evitar un
La noche caía sobre la sierra de Sinaloa y un manto oscuro cubría la tierra ayudándolos a ocultarse. Rob, Adeline, Billy y Harrison habían llegado hasta allí junto a los otros cinco soldados que se habían unido para rescatar a Eve.La comunicación con Martín había sido intermitente porque si el hombre se dejaba atrapar aquel plan llegaría a su fin. Aunque Rob esperaba como lluvia de mayo las pocas ocasiones en que el hombre se comunicaba y más cuando lograba escuchar a Eve con vida.Martín había logrado mantener un hilo de comunicación a pesar de los riesgos que eso implicaba y había proporcionado información que no podrían haber obtenido de otro modo para planificar el rescate.El narcotraficante les explicó que había preparado una bebida para drogar a los que se encontraban en el rancho, pero no podía controlar si todos la tomaban.El grupo se había convertido en una mezcla peculiar de cinco militares de élite y cuatro civiles decididos a hacer lo que fuera necesario para rescatar a
Horas después seguía con vida y por más que sus condiciones fueran mucho peor que la última vez que estuvo en aquel rancho, Eve pudo sentirse tocada por la mano de Dios cuando Gael le pidió a Martín que la metiera en «la sala donde atendían a los invitados» porque en ese momento tenía que ocuparse de otros asuntos.Por la sonrisa macabra que le dedicó, Eve sabía que no sería una habitación espaciosa, ni un saloncito para tomar el té y tener reuniones sociales, pero no esperó que la llevara al lugar que ella siempre tuvo prohibido pisar.Ese lugar era donde ajusticiaba a los traidores.Una celda sucia y sin ventanas fue lo que su exmarido tenía preparado para ella. El estómago se le descompuso en cuanto entró, olía a humedad, a suciedad humana y a sangre.—Siento tener que dejarte aquí, Eve —le dijo Martín—. Y más siento no haber podido vengar a mi hermana en todo este tiempo y haberte librado de ese hombre —susurró.El hombre la miró con tristeza y estaba a punto de sentarla en una si
Rob se encontraba en el interior de un coche patrulla mientras un policía conducía a toda velocidad por las calles. Su mente estaba llena de pensamientos horribles y de emociones difíciles de digerir, pero predominaba la sensación de desesperación y la culpa.Escuchar a Eve gritando y saber que estaba en manos de Gael le hizo sentir como si el mundo se derrumbara a su alrededor. Lo peor era el no saber el paradero de su hijo, Eve era fuerte, ella podría aguantar hasta que la rescataran. Tenía que ser así porque en ese momento si pensaba otra cosa se hundiría. Pero su hijo solo era un niño pequeño, no podía estar de nuevo en manos de ese infeliz.La conducción era rápida y temeraria, como si cada segundo fuera crucial. Cada semáforo en rojo, cada coche lento en su camino, provocaba que Rob quisiera hacer desaparecer a la humanidad a su alrededor.—¡Acelere, maldita sea! —exclamó Rob, incapaz de contener su ansiedad.El policía asintió sin molestarse por la forma en que lo pidió y acele
Billy comenzó a correr con su hijo en brazos y ella se quedó de pie intentando guardar en su memoria la última imagen que tendría de su hijo.Apenas los vio desaparecer, comenzó a buscar su teléfono. Una nueva ráfaga de disparos resonó en el aire cuando consiguió agarrarlo y se le cayó de las manos.—Tienes que controlar el miedo —se ordenó a sí misma en voz alta.—¡Señora, nos están atacando! —gritó una de las empleadas.—¡Vayan a esconderse, corran! ¡No se queden aquí no sean tontas! —No tenía suficiente con el miedo de que Gael atrapara a su hijo y a Billy, que ahora debía ponerse a pensar en que Gael no se encontrara con las pobres mujeres.En el mejor de los casos les daría una muerte rápida, en el peor se las llevaría con él y eso no se lo deseaba a nadie. Las explosiones y los disparos continuaban en el exterior, sabía que no tenía mucho tiempo antes de que dieran con ella.Con rapidez marcó el número de emergencias. Cuando una voz en el otro extremo de la línea respondió, su v
Hacía unos veinte minutos que Rob se había marchado y Eve no podía dejar de temblar. Billy pidió que le preparan una tila y la empleada lo miró como si estuviera viendo la octava maravilla del mundo. La mujer se había quedado estática y para colmo con la boca abierta.Su amigo gruñó al ver la reacción de la empleada.—¿Dónde está la cocina? Ya lo hago yo —respondió frustrado al notar que la mujer estaba más pendiente del apuesto hombre que de lo que le había pedido.—No… No, por supuesto ahora mismo la traigo. Perdón, me distraje —dijo y se dio la vuelta para comenzar a caminar rápido. Billy regresó a su lado, con la expresión malhumorada, pero la cambió en cuanto ella lo miró.—Todo saldrá bien, Eve. Ese señoritingo insoportable regresará en un rato y tu pesadilla se habrá acabado. Después lo mandaré al hospital.—¡No! No quiero que le pase nada, ni se te ocurra golpearlo —lo interrumpió con la voz aflautada, estaba a punto de entrar en pánico—. En este momento solo quiero olvidarme
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