Eve no podía dejar de disfrutar del agua del lago, era refrescante y todos sus pensamientos se habían adormecido.
Primero nadó hasta terminar de agotarse, pero después solo se quedó quieta, flotando boca arriba y observando el cielo.
En aquellos minutos que solo se dejó envolver por el agua, había dejado de pensar en esa horrible noche y su cuerpo se había relajado tanto que ya se sentía lista para regresar a casa.
De pronto, como si la calma se convirtiera en pesadilla, escuchó un ruido en la orilla y el sonido característico que hacía el agua cuando alguien se adentraba con una zambullida.
Quiso gritar, pero nada salió de su garganta.
Su cuerpo y su mente, que poco a poco había aprendido a vivir con calma y a no estar siempre temiendo por su vida, regresó a su yo de dos años atrás.
Después de tanto tiempo volvía a tener miedo. Su cerebro comenzó a trabajar con rapidez en las varias posibilidades que existían para protegerse.
Debía regresar a casa con su hijo, ningún desalmado le arr