Las palabras de Mora golpearon a Darrel como un puñetazo en el estómago. Su rostro reflejaba el estupor que lo invadía.
—¿Qué estás diciendo? —murmuró, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.
Ella mantuvo su mirada fija en la suya, sin vacilar.
—Lo que escuchaste, Darrel. Si quieres que salve su vida, tendrás que aceptar mis términos.
El silencio que siguió fue ensordecedor, roto solo por el sonido distante de los pasos de las enfermeras en el pasillo.
Darrel respiró hondo, tratando de encontrar alguna lógica en la proposición de Mora, pero solo halló confusión y un creciente sentimiento de traición.
—¿Por qué harías algo así? —preguntó, finalmente, su voz cargada de incredulidad—. ¿Qué clase de persona chantajea con la vida de alguien?
Mora levantó la barbilla, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y algo más profundo, algo que Darrel no pudo identificar del todo.
—No soy yo quien traicionó, Darrel. Es Tina quien merece pagar por lo que hizo. Y tú… —hizo una pausa, su t