Darrel salió de casa mientras Mora dormía profundamente. Su respiración tranquila y su semblante sereno contrastaban con la tormenta que rugía dentro de él.
El recuerdo de su esposa llorando por las maliciosas calumnias de Tina lo llenaba de rabia. No podía permitir que alguien dañara a la mujer que amaba y menos a su hijo, que crecía dentro de ella.
Condujo hacia el departamento de Tina, cada kilómetro que recorría alimentando su furia. Para él, no había peor villanía que ensuciar el amor puro que compartía con Mora.
Al llegar, su determinación era tan sólida como una roca.
Tina, que lo vio acercarse a través de la cámara de seguridad, sonrió con astucia. Corrió a cambiarse, despojándose de toda su ropa y cubriéndose únicamente con un abrigo.
Aprovechó el momento para tomar una captura de la cámara y enviársela a Mora, acompañada de varias llamadas insistentes.
Cuando la joven finalmente respondió, Tina no dijo nada, solo dejó que el silencio se llenara de suspenso antes de colgar.
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