Todos son iguales.
El lunes de esa semana, cuando Sarah se dirigió a su trabajo, la recibieron con su carta de despido. Ella reaccionó muy asombrada, pues estaba en ese lugar por recomendación de su marido. Pero no objetó ni pronunció palabras, ella limpió su escritorio y regresó a casa sin saber que se llevaría la sorpresa de encontrarse con él a su llegada.
—Bien, estaba esperando tu regreso.
—¿Estás al tanto de lo que acaba de suceder?
—Yo mismo hablé con mi amigo para que esto fuera posible.
Ella se mostró sorprendida y confundida. —¿Qué pasa?
—Pasa, que yo me enteré, que en cuanto me marché, fuiste a reunirte con tu amiguita. ¿Qué te había dicho sobre eso? —la mira fija y severo.
—Tenía meses sin verla, pero te puedo asegurar que no le dije nada acerca de nuestro contrato. Solo fui a saludar.
—¿Qué parte de "no desobediencia" no entendiste?
Ella solo bajó la mirada. —Te quedarás sin trabajo como castigo a la desobediencia y te informo que esta noche es de orgía, debes estar preparada.
—¿Orgía?
—Est