••Narra Alexander••
Mi libido estaba al tope al ver como los pechos de Kiara se balanceaban al ritmo en que se frotaba en mi pierna. Me causaba satisfacción saber que su jugoso coño encontraba placer en mí, que cualquier parte de mi cuerpo era suficiente para hacerla gemir y sus ojos violetas se pusieran vidriosos por el éxtasis.
Mi polla estaba tan dura que era doloroso, necesitaba una liberación inmediata, hundirme en ella desesperadamente, llenarla con mi semen. Y eso era justo lo que tenía planeado. O eso pensaba. Hasta que de su boca salieron aquellas palabras que hicieron detener el tiempo, el disfrute.
“Fue Rebecca quien me dejó varada en la ciudad”.
Rebecca, esa maldita puta.
Estaba la opción de que sus palabras fueran mentiras, pero Kiara era incapaz de mentir involucrando a una persona inocente.
Tomé el delicado cuerpo de mi mujer y la llevé a la cama, arrojándola.
Mis planes originales eran follármela hasta que ninguno de los dos pudiera continuar, pero después de la r