En el pasillo, llamé a quienes debía para resolver todo. Esa bruja no se seguiría quedando aquí, sin importar lo que diga mi padre. No le rendía cuentas a esa mujer, no era mi madre y no la consideraba mi madrastra. Solo era la puta con la que se acostaba mi padre mientras mi madre moría por culpa de su enfermedad.
Aporreé la puerta de su habitación a golpes hasta que esta se abrió.
—¿Qué carajos te pasa? —Me miró con el ceño fruncido.
Me introduje a su habitación sin permiso, pasando a su lado.
—Lo que pasa maldita zorra, es que te vas de este hotel —gruñí, yendo directo a su armario, donde ya tenía su ropa perfectamente guardada. Y era mucha, lo que indicaba que planeaba quedarse el mismo tiempo que nosotros.
Para su desgracia, sus planes se echaban a perder ahora.
—¡No me hables así, soy tu madrastra! —Vino hasta donde estaba, intentando plantarme cara, pero no me importaba lo que tuviera que decir. Me concentré en sacar su ropa y empezar a echarla al piso—. Pero, ¿qué h