••Narra Alexander••
Faltaban veinte minutos para aterrizar y Kiara estaba dormida plácidamente en la cama. Había logrado quedarse dormida desde la primera hora de vuelo, lo cual me pareció impresionante ya que su cuerpo temblaba frenéticamente apenas vio el jet. Aunque también era entendible, porque anoche no durmió casi nada. Se estuvo moviendo en la cama toda la noche, como si tuviera parásitos.
Me acerqué a ella, notando que su vestido se había enrollado descuidadamente en su cintura, dejando en evidencia sus perfectas caderas y sus sencillas bragas blanca. ¿Cómo podía lucir tan apetecible con una ropa interior tan insípida?
Y esto era el pan de cada día desde que comenzamos a compartir habitación; amanecía con el camisón enrollado en su cintura o con los tirantes descansando sobre sus brazos. Era tan tentadora. Una verdadera tortura, ya que no podía tenerla. Cada vez que me acercaba a ella estando en la cama, se encogía como un conejito asustado o me miraba como si fuera su