Marián salió del aeropuerto en compañía de Alberto y el resto del personal. Llevaba al niño en los brazos y un asistente le cargaba la maleta. Ella veía a su esposo hablar por teléfono y esperó que se desocupara para preguntarle.
-¿Qué haremos ahora?
-Me van a traer el auto, te llevaría, pero debo hacer unas diligencias, te llamaré un taxi.
-¿Vendrás a mi casa?
-Un día de estos.
-Pensé que viviríamos juntos Alberto.
-Esa es la idea, pero hay que organizarnos bien –dijo Alberto y le hizo señas al asistente que introdujera la maleta de Marián en el taxi que acababa de llegar.
-Alberto siempre está ocupado, nunca tiene tiempo para mí, verá que cuando él se decida vivir conmigo ya no voy a querer- dijo para sí misma.
-¡Marián, me alegra verte!
-Hola madre –dijo al entrar a su casa- le entregó el niño a la mamá- también me contenta estar aquí.
-Ay pobrecito, Leander está sudadito. Como te llevaste a ese niño poray, me lo hubieras dejado.
-Alejarlo de su madre y destetarlo a los