Mundo ficciónIniciar sesiónAtravesamos Balcarce para no acercarnos siquiera a Mar del Plata, y cruzamos Miramar con las primeras luces del alba empezando a delinear el horizonte, atrás y a la izquierda. Las calles vacías y silenciosas quedaron pronto atrás. Encaramos el tramo final de nuestro camino.
Entonces lo vi, la línea grisácea que intentaba diferenciarse del cielo. No recuerdo de qué veníamos hablando, porque en ese momento todo pareció desaparecer para mí. Todo salvo el mar. Me erguí en el asiento, los ojos fijos ahí afuera, más allá de vos, en la vasta superficie que se adivinaba más que verse, sin viento suficiente para rizarla en olas, todavía incapaz de escucharlo y olerlo.
De acuerdo a lo poco que registré de la media hora siguiente, no intentaste retomar nuestra conversación interrumpida, y creo que no volviste a pronunciar palabra. En cambio, tu mano derecha dejó la mía para sujetar mejor el volante y aceleraste un poco más, para acortar el viaje.
El cielo seguía cambiando







