Por un instante de incertidumbre absoluta fue incapaz de reconocer nada de lo que lo rodeaba. Sí, era obvio que no estaba en San Francisco, mucho menos en Hawai. Así que debía tratarse de un hotel en el extranjero. Lo que más lo perturbó fue descubrirse desnudo bajo las sábanas, su brazo tendido sobre el hueco aún tibio a su lado, indicando que alguien acababa de levantarse. Alguien que estaba durmiendo con él. Pero Jen lo había dejado hacía meses. Entonces cómo, qué… ¿Por qué faltaba alguien a su lado?
Sintió la ráfaga de aire frío colándose dentro de la suite y se tendió boca arriba, alzando un poco la cabeza de la almohada. Las cortinas blancas se agitaban al otro extremo de la habitación: el ventanal al balcón estaba entreabierto.
No se sentía mareado ni embotado, y a veces despertarse sobrio todavía le resultaba una sensación extraña.
Apartó la sábana y el acolchado, su otra mano ya tanteando el suelo en busca de sus bóxer, y lo que encontró fue un