Khloe
¿Qué está pasando…?
Mis párpados pesan como si llevaran horas cerrados, y un dolor agudo me atraviesa la cabeza al intentar abrirlos del todo.
—¿Maicol...? ¿Eres tú...? —musito, con la voz áspera, apenas audible.
—Soy yo, cariño… Estoy aquí. Perdóname —responde él, con un hilo de voz que se quiebra. ¿Está llorando?
Intento incorporarme, pero una punzada me obliga a soltar un quejido.
—Mi... mi cabeza...
—No te esfuerces, tranquila —me dice con suavidad, ayudándome a recostarme mejor.
El calor de sus manos me estremece. Me envuelve con la sábana, como si con eso pudiera protegerme del mundo entero.
—La que debe pedir perdón soy yo —susurro, con las manos temblorosas—. Te mentí. Cuando decidí contarte la verdad… ya era tarde. Ya se me habían adelantado.
El nudo en mi pecho se aprieta. Las palabras salen atropelladas, pero no puedo detenerlas.
—Tengo tantas cosas que decirte… Y, ¿sabes? No tuve miedo cuando lo hice. Porque era lo que quería. Ya no quiero seguir respirando, Maicol.