Marcus sentía la necesidad de redefinir lo que significaba Rubí para él. Algo en su interior había cambiado. Estaba dispuesto a quedarse a su lado toda la noche, sin importar nada más.
Pero al anochecer, se dio cuenta de que la fiebre de Rubí no cedía. Preocupado, decidió llevarla al hospital. Jasper, quien seguía en la mansión Maxwell, solo pudo seguirlos con rapidez, algo confundido.
—¿A dónde vas? —preguntó, sin aliento.
—¡Al hospital! —espetó Marcus, con voz firme y autoritaria. No había espacio para objeciones, y Jasper lo supo de inmediato. Sin perder tiempo, condujo rumbo al hospital.
El viento frío pareció empeorar la condición de Rubí. Se removía incómoda en el asiento trasero, visiblemente afectada. Al notar su malestar, Marcus ordenó de pronto:
—¡Detén el auto! ¡Sal de aquí!
Jasper lo miró, atónito. Desconcertado, tardó unos segundos en reaccionar. Finalmente, comprendió que Marcus no pensaba dar explicaciones. Aunque frustrado, sabía que no podía desobedecerlo.
Estacionó j