—Aunque sea por toda la noche, ella es mi esposa —insistió Marcus.
—Y ella es mi mami —respondió Dylan, igual de firme.
Rubí, incapaz de contener la risa, intervino:
—Marcus, vuelve a tu habitación. Iré en media hora.
Él miró a Dylan con un gesto burlón.
—Mocoso.
—Papi malo —replicó Dylan sin dudar.
—Tú… —Marcus arqueó una ceja—. ¿Te estás volviendo demasiado valiente?
Dylan se aferró al brazo de Rubí, fingiendo temor mientras sonreía con descaro.
—Mami, papi es muy malo. Me da miedo.
—Está bien —Rubí le dijo a Marcus con calma—. Ve a tu habitación. Iré enseguida.
Dylan arqueó las cejas en señal de triunfo y observó a Marcus salir con una sonrisa cantarina.
Apenas se cerró la puerta, Dylan rodeó de inmediato los hombros de Rubí y dijo con una gran sonrisa:
—Mami, hoy dormirás conmigo.
Rubí rió.
—¿No le prometiste a papá que…?
—Hmph, papá es molesto —rezongó Dylan.
Rubí le acarició la cabeza con ternura.
—Cuando seas grande tendrás que dormir solo. Y cuando tengas esposa, ya no podrás