—Sí, lo sé. —Rubí colgó el teléfono y, sin perder tiempo, empezó a cepillarse los dientes y a arreglarse.
Mientras se vestía, no dejaba de pensar en quién podría estar detrás de todo esto. El método era demasiado calculado. Aparte de Zoey, no podía imaginar a nadie más capaz de algo así.
El escándalo giraba en torno a un “grave error” de Williams Fast Food, y aunque Rubí sabía que había sido manipulado, admitía que el problema existía.
El tema eran las loncheras desechables.
El restaurante tenía una gran cantidad de pedidos diarios para oficinas, y era imposible tener suficientes recipientes reutilizables para todos. Por eso, se usaban loncheras de plástico desechable. Y, al fin y al cabo, ¿qué empleado de oficina no pedía comida para llevar en esos envases? Nadie pensaba demasiado en ello.
El reciclaje de esos recipientes estaba permitido por ley, pero la situación se complicó cuando miles de cajas con el logo de “Williams Fast Food” fueron halladas en un vertedero detrás de un edifi