Rubí asintió y respiró hondo, aliviada. Tras un breve silencio, volvió a preguntar:
—¿Tenemos suficiente personal para manejar las nuevas sucursales?
Dan negó con la cabeza.
—No aún. Si los tuviéramos, ya habríamos abierto.
Rubí reflexionó unos segundos antes de sugerir:
—Entonces haré que el restaurante de la familia Gibson quede directamente bajo nuestra gestión. Su equipo seguirá nuestras instrucciones, y además podemos abrir una suscripción personalizada para ejecutivos y clientes de alto nivel.
Dan asintió, complacido con la idea.
Rubí estaba a punto de marcharse cuando su teléfono comenzó a sonar. Al mirar la pantalla, vio el nombre de Sabrina. Su pecho se tensó un poco. Recordó el asunto del ADN y, al instante, una ligera decepción cruzó su rostro.
—Dan, atenderé esta llamada. Cuida de Dylan mientras tanto —dijo, saliendo del restaurante con el teléfono en la mano.
Una vez afuera, contestó:
—Sra. Jensen, ¿a qué debo su llamada?
Pensó que Sabrina solo quería saber cómo estaba, p