Marcus sabía que Rubí intentaba defenderla, pero vaciló antes de replicar:
—Tal vez no lo sea, pero no puede quedarse.
Rubí frunció el ceño, sin saber qué responder.
Tras un silencio, Marcus añadió:
—Busca una excusa para despedirla en un par de días. No puede estar cerca de Dylan.
Rubí lo pensó, y al ver a Dylan comprendió que, en efecto, nada era más importante que su seguridad. Así que asintió.
—No le pongas las cosas difíciles. Déjala trabajar en otra área del Grupo Maxwell.
—Hizo algo imperdonable, y no puedo volver a confiar en alguien así. —Los ojos de Marcus se endurecieron al decirlo. Rubí solo asintió en silencio.
En ese instante, recordó que ese era el verdadero Marcus: no el hombre amable y gentil con ella, sino el líder implacable de los Maxwell.
Después de cenar, Dylan se puso a dibujar y, al final de la noche, se acercó con un cuadro terminado.
El lienzo, de casi un metro de ancho, sorprendió a Rubí.
—Dylan, ¿dibujaste esto? —preguntó emocionada. Desde que había llegado