—¡Deja de decir tonterías! —protestó Rubí, aunque en el fondo estaba aliviada. Bufó suavemente—. Me voy a levantar.
No tenía intención de colgar, pero Marcus, en un tono travieso, preguntó:
—¿Estás… satisfecha?Rubí se quedó perpleja.
—¿Qué quieres decir?—Nada… aunque deberías estarlo. —Su risa ronca llegó a través del teléfono.
Rubí entendió de inmediato a qué se refería y exclamó indignada:
—¡Marcus, tú…!—Levántate ya. Pide a los cocineros que calienten un poco de avena y guarniciones para que desayunes. Después iremos a comer algo bueno —dijo Marcus—. También le pedí a Dylan que no te molestara. No fue a despertarte, ¿cierto?
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