Rubí soltó un jadeo. Antes de que pudiera reaccionar, Marcus ya la tenía aprisionada contra él. La bata cayó al suelo y solo quedó el vestido de seda que delineaba su silueta. En su abrazo podía sentir los músculos firmes y el latido acelerado de su corazón. Ese ritmo intenso resonaba en sus oídos, haciendo que su propio corazón se agitara con fuerza.
—¡Marcus, tú… mentiroso! ¡Fingiste estar dormido! —lo miró con furia y timidez. El espacio bajo las sábanas se volvía sofocante; estaban tan cerca que apenas quedaba distancia entre ellos.
—Mira quién habla. Fuiste tú quien hizo trampa primero. ¿Qué hora es? Te dedicaste a tontear… ¿dónde está la sinceridad de tu disculpa? —replicó Marcus, apretando su brazo y su cintura para inmovilizarla. Al ver su expresió