Eva se había congelado por un momento, como si intentara decidir sus palabras con cautela. Luego miró a Rubí con una expresión severa y soltó con tono solemne:
—Rubí, independientemente de lo que pasó... no deberías haber golpeado a tu hermana de esa manera.
—¿Qué? —Rubí se quedó en silencio por unos segundos, procesando lo que acababa de escuchar. Entonces, lo comprendió de inmediato: Marcia. Ella había ido a quejarse. Por supuesto.
La decepción se apoderó de Rubí. La miró directamente a los ojos, sin rastro de emoción, y preguntó con voz tranquila pero firme:
—Madre, me criaste durante dieciocho años. ¿No tienes ni un poco de confianza en mí?
Eva desvió la mirada con incomodidad.
—Rubí, tanto tú como Marcia son mis hijas. Yo... como madre, también estoy preocupada por esto. Además... la familia Gibson se enfrenta a un gran desafío en este momento. Sin la ayuda de ambas hijas, tu padre y yo no podremos aguantar.
El tono de Eva se volvió más rápido, más ansioso, y se notaba que sus pa