ROMAN.
El rugido del caos llenaba mis oídos mientras me abría paso entre la multitud enloquecida. Mi mente estaba centrada en un solo objetivo: escapar de este infierno que yo mismo había desatado. Había organizado meticulosamente cada detalle de este motín, pero ahora, en medio del tumulto, mis pensamientos se desviaban hacia una sola persona: Danishka.Había sido un golpe devastador descubrir que la mujer que amaba, la que me había cautivado desde el primer momento en que la vi, era una monja. Mi mente revivió los recuerdos de nuestro breve encuentro en aquella iglesia, el destello de sus ojos y la suavidad de su voz resonando en mi memoria. Me había resignado a dejarla ir, a renunciar a cualquier posibilidad de tenerla a mi lado, pero ahora, aquí estaba, perdida entre la multitud en medio del caos que yo mismo había provocado.La vi, a lo lejos, luchando por abrirse paso entre los reclusos desesperados. Su rostro, iluminado por el destello de las llamas cercanas, era un oasis de calma en medio de la tormenta. A pesar del caos que la rodeaba, ella conservaba una serenidad que me dejaba sin aliento.Sin pensarlo dos veces, me abrí paso hacia ella, ignorando los peligros que acechaban en cada esquina. Extendí la mano hacia ella, ofreciéndole una salida de este infierno que la había atrapado. Nuestros ojos se encontraron en medio del tumulto, y en ese instante, supe que no podría dejarla atrás, que haría cualquier cosa por mantenerla a salvo.Ella tomó mi mano con gratitud, permitiéndome guiarla a través del laberinto de pasillos y cuerpos entrelazados.Finalmente, llegamos al final del pasillo, emergiendo a las afueras del penal donde mis hombres nos esperaban, sorprendidos por mi inesperada compañía. Danishka estaba allí, con el cabello suelto y sin su velo, radiante bajo la luz de la luna. Sus ojos me miraron con gratitud y nerviosismo, sin reconocerme como el hombre que había cambiado el curso de su destino.— Permíteme llevarte a… tu casa — Ella sonrió tímidamente y sus mejillas se sonrojaron. Observó a mis hombres nerviosa y negó.— Debo buscar a mi Superiora, pero…, no sé cómo agradecerte. — Mi mente perversa imaginó mil maneras de que me pague, pero no podía decirlo en voz alta.Sus labios rosados, acompañados de sus mejillas rosadas, y ese brillo intenso que me miraban intensamente, casi me volvían loco. No podía permanecer más tiempo aquí, por lo que asentí.— Uno de mis hombres te acompañará — aconsejé, y aunque deseaba negarse, finalmente asintió.Estaba nerviosa, eso estaba claro, porque de lo contrario, preguntaría porque alguien la acompañaba. O simplemente, era demasiado inocente.— Gracias una vez más — susurró.— Volveremos a vernos, pajarita — respondí, y entonces su sonrisa tembló.Agachó la cabeza y corrió lejos de mí. Mientras la veía alejarse, una sensación de pérdida y anhelo se apoderó de mí. Danishka era un recordatorio constante de todo lo que había perdido en mi camino hacia la oscuridad, un rayo de luz en un mundo lleno de sombras y engaños.Yo era un mafioso sin escapatoria, y ella… ella definitivamente era monumentalmente diferente para mí.Sonreí.Porque sí. Soy un mafioso egoísta, y como tal, siempre obtengo lo que quiero, por las buenas o por las malas, y Dani será mía. Es egoísta de mi parte, querer hacer cambiar sus creencias, pero estoy segura que no es feliz con esa elección.El rugido del motor del vehículo resonaba en mis oídos mientras subía a la parte trasera junto a mi mano derecha, mi fiel compañero en este mundo de sombras y secretos.Mi mejor amigo me miraba con una sonrisa burlona en los labios, como si disfrutara de algún chiste privado que yo no conociera.— ¿Quién lo diría, Roman? — dijo con tono sarcástico —. Pensé que terminarías convirtiéndote en un sacerdote.Fruncí el ceño, deseando que se callara con cada fibra de mi ser. Había sido un golpe duro descubrir que Danishka, la mujer que había cautivado mi corazón, era una monja. Había renunciado a ella, a cualquier posibilidad de tenerla a mi lado, pero el recuerdo de su rostro seguía acechándome en cada rincón oscuro de mi mente.Sin embargo, mi amigo no se tomaba las cosas en serio, como siempre. Se burlaba de mis debilidades, de mis vacilaciones, como si fuera un juego para él. Pero había una razón por la que lo había elegido como mi mano derecha, una lealtad y una astucia que superaban cualquier desafío que se interpusiera en nuestro camino.— Definitivamente, buscas tu muerte — gruñí —. Debía estar seguro.— Pensé que lo estabas cuando planeaste que te atraparan.— Ella no iba, además, me gusta jugar — El hombre soltó un suspiro —. ¿Qué?— Debes dejar de arriesgarte, Roman. Una bala más y podrías perderlo todo. Fue muy peligroso de tu parte estar allí.— Lo sé. Mejor hábleme de los acontecimientos en mi ausencia.Sin embargo, la sonrisa desapareció de su rostro cuando le exigí una actualización sobre nuestros negocios. Sabía que no podía permitirme distraerme con los recuerdos del pasado, no cuando los rusos estaban atacando nuestros tinglados y amenazando con desestabilizar todo lo que habíamos construido con tanto esfuerzo.— Los negocios van bien, pero van tres ataques en nuestros almacenes. Por suertes son almacenes abandonados — explicó —. Se está vengando `por lo sucedido, y más que nada, solo quieren molestarte.Los rusos no estaban jugando, y cada movimiento que hacían era una amenaza latente contra nuestro imperio. Teníamos que actuar con rapidez y determinación si queríamos mantener nuestra posición en este mundo implacable.Asentí con solemnidad, consciente de la gravedad de la situación. No podía permitirme titubear, no cuando cada decisión que tomaba tenía el potencial de cambiar el curso de nuestras vidas para siempre. Era hora de dejar atrás los recuerdos del pasado, de enfrentar el presente con valentía y determinación.— Entonces, jugaremos un rato con ellos, antes de acabarlos — respondí.Mientras el viento soplaba en mi rostro y las luces de la ciudad se desvanecían en la distancia, me preparé para lo que vendría a continuación. Danishka seguía acechando en las sombras de mi mente, un recordatorio constante de todo lo que había perdido en mi camino hacia la oscuridad.Pero por ahora, tenía que dejarla atrás, junto con los recuerdos del pasado que me atormentaban. Había negocios que atender, enemigos que derrotar y un imperio que proteger. Y no descansaría hasta asegurarme de que nada ni nadie pudiera interponerse en mi camino hacia la grandeza.DANISHKA.El aire fresco de la tarde acariciaba mi rostro mientras caminaba apresuradamente por el sendero que llevaba al convento. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, lleno de ansiedad y preocupación por la Hermana Superiora, quien había desaparecido misteriosamente durante toda la mañana. Había buscado en cada rincón del lugar, preguntado a cada persona que se cruzaba en mi camino, incluso visitado hospitales cercanos en busca de alguna pista que pudiera llevarme hasta ella. Pero para mi sorpresa, cuando finalmente llegué al convento, la Hermana Superiora ya estaba allí, esperándome con una mirada entre sorprendida y molesta en su rostro. Mi corazón se hundió en mi pecho al darme cuenta de que mi búsqueda había sido en vano, y que ella había estado todo este tiempo justo bajo mi nariz. — Hermana, ¿estás bien? — pregunté con un tono preocupado, pero era tonto, ya que se encontraba vestida y en buen estado —. Te he buscado por la ciudad. ¿Por qué no atendieron mis llamadas? —
DANISHKA.El sol apenas asomaba por el horizonte cuando abrí los ojos, despertada por el susurro suave de la mañana. Me estiré con pereza, dejando que el calor de las sábanas me envolviera por unos segundos más antes de levantarme de la cama. Era temprano, pero el deber llamaba, y no podía permitirme quedarme acostada mientras el mundo despertaba a mi alrededor. Me preparé con diligencia, vistiéndome con el hábito de monja que había sido mi atuendo durante años. Cepillé mi cabello para después cubrirlo, sin dejar que ningún mechón esté fuera de lugar. La disciplina y la rutina eran mis compañeras constantes en este mundo de fe y devoción, y me aferraba a ellas con fuerza en cada paso del camino. Descendí las escaleras con paso firme, encontrando a la Hermana Superiora esperándome en el vestíbulo con una expresión seria en su rostro apacible. Una sensación de aprensión se apoderó de mí al verla allí, preguntándome qué nuevo desafío me aguardaba en este día que apenas comenzaba. — Da
DANISHKA.El mundo se volvió borroso a mi alrededor cuando vi al hombre caer al suelo, su cuerpo inerte yace sobre el suelo polvoriento. Un grito escapó de mis labios, un sonido gutural lleno de terror y desesperación que rompió el silencio ominoso que había descendido sobre nosotros. Me arrastré hacia Marta, mi amiga, mi única compañía en medio de esta pesadilla que se había convertido en nuestra realidad.Mis manos temblaban mientras me agachaba junto a ella, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho mientras sentía las lágrimas correr por mis mejillas. Nos abrazamos con fuerza, como si nuestro contacto pudiera protegernos del peligro que nos rodeaba. El miedo se apoderaba de nosotras, envolviéndonos en una nube oscura de angustia y desesperación.— Lo siento — sollocé, mis palabras ahogadas por el peso del remordimiento y la culpa que pesaban sobre mis hombros —. Lo siento tanto, Marta. No deberías estar aquí, no deberías estar involucrada en todo esto. No debí permitir que vinier
DANISHKA.Me quedé mirándolo a través del retrovisor, perdida en mis pensamientos, hasta que la voz de Marta me sacó de mi trance. — ¿Estás bien, Dani? — preguntó ella, su tono lleno de preocupación. Asentí con un suspiro, agradecida por su intervención. — Sí, estoy bien. Solo... pensando. Marta me dio una sonrisa comprensiva antes de abrir la puerta del auto y bajar del vehículo. Le agradecí al hombre por el viaje con un gesto de la mano, sintiendo el rubor subir a mis mejillas cuando él me guiñó un ojo y me lanzó un beso. Me bajé del auto apresuradamente, sintiendo cómo el corazón me latía con fuerza en el pecho mientras me alejaba de allí. Es un completo descarado. Un descarado muy apuesto. El convento se alzaba imponente ante nosotras, sus paredes de piedra resguardando los secretos y las historias de las hermanas que lo habitaban. Pero al entrar, nos dimos cuenta de que algo estaba mal. Todas las hermanas estaban reunidas en el patio, riendo y divirtiéndose, sin nosotras.
ROMAN.Regresar al lugar del atentado no fue fácil. Los recuerdos de ese suceso a aún estaban frescos en mi mente, cada detalle grabado en mi memoria como si fuera la peor aberración. Pero sabía que tenía que enfrentar mis demonios si quería cumplir con mi deber hacia Danishka, la hermana que había sido arrastrada a esta situación por mi culpa.Era culpa mía.Estaba seguro de ello.Porque no encontraba otra explicación para que la ataquen.— Señor, no hay respuestas — dice mi mano derecha —. Ninguno ha respondido nada.— No tiene sentido que la ataquen. Ni siquiera me he mostrado con ella, para que crean que me importa — Saúl asiente pensativo.— Quisiera darte una respuesta, jefe, pero la verdad, esta vez no tengo nada para ti.— Pues, invéntatelo. Es importante tener algo. — Saúl solo asiente y se aleja de mí.Conduje hasta la granja donde supuestamente se encontraban los insumos que Danishka necesitaba, la extensa lista en mi mano como una guía en medio de la vasta extensión de tie
DANISHKA.Mis pasos se detuvieron en seco al salir de la habitación y encontrarme cara a cara con Roman, su mirada tensa clavada en mí. Me pregunté qué hacía él allí, en el corazón mismo del convento, y por qué su presencia me llenaba de una sensación de inquietud.Antes de que pudiera abrir la boca para hablar, mi amiga Marta se interpuso entre nosotros, su expresión llena de desafío mientras me empujaba hacia la puerta.— Vamos, Dani — murmuró ella, su voz llena de irritación y preocupación —. No tienes nada que hacer aquí. Date un baño.Sentí la frustración burbujeando en mi interior, deseando poder hablar con Roman y entender qué estaba sucediendo. Pero antes de que pudiera decir una palabra, Marta me arrastró fuera de la habitación y cerró la puerta de golpe detrás de nosotros, pero lo peor fue cuando Roman me levantó en brazos. Objeté, claro que lo hice, pero nada de lo que decía lo convencía de que podía caminar.— ¿Qué estás haciendo aquí? — pregunté en voz baja, mi mente llen
DANISHKALas cosas no estaban en perfectas condiciones. Tanto la Madre Superiora como mis hermanas me hacían la vida imposible. También he notado, que me vigilan más, como si yo tuviera alguna información importante ocultando.De alguna manera, la Superiora se encargó de alejarme de mi mejor amiga, y ahora paso la mayor parte del tiempo sola.¿Roman?No sé qué pasó con él, pero no lo he vuelto a ver, y quizás esté bien eso, pero no me sienta bien no verlo. No lo he podido sacar de mi cabeza ni un segundo y eso me desespera.Estoy preparando el coro con los niños, cuando escucho cierto tumulto afuera de la capilla, y decido salir a verificar que es lo que sucede. Cuando pongo un pie fuera, me doy cuenta de que fue un error, especialmente cuando un arma está apuntándome en la frente.Otra vez.— Vayan adentro, niños. Todo está bien aquí — susurré, mientras levantaba la mano, en señal de estar rendida —. Vayan adentro.Los niños desaparecen y yo cierro la puerta detrás de mí. De fondo, v
DANISHKA.Esas palabras me traían recuerdos, pero o lograba poder vislumbrar en mi mente de que recuerdo se trataba.— ¿Qué hago aquí? — pregunté, mirándolos a ambos.Mi mejor amiga se acercó rápidamente, y me sonrió con ternura.— Intentaron matarte. ¿No lo recuerdas? — respondió. Entonces en mi mente se dibujaron escenas muy fuertes hasta que caí inconsciente.— Tú…— Sí, te salvé — respondió Roman.— No…, tú mataste a alguien. Lo asesinaste — gemí, mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.Su mirada era un cuento de terror para contar. Estaba consternado, pero eso realmente a mí no me importaba. El hombre había asesinado en mi cara sin titubear.— Te salvé la vida.— Pudiste golpearlo.— Lo maté, porque era la única solución — respondió, y salió afuera de la habitación.Miré a Marta con los ojos enrojecidos, y le pedí su consuelo, pero ella no hizo nada. Solo negó.— Te salvó. Yo vi como ese hombre estaba dispuesto a matarte, y si no fuera porque tuvo que disparar, no le daría el