CAPÍTULO 2: IGNORANDO EL VÍNCULO

Dereck Hawk parecía ser un chico cualquiera; por supuesto, si hacías de la vista gorda su increíble atractivo, una gran habilidad para tratar a los animales y ese talento casi mágico con el que jugaba al futbol.

Por supuesto todo eso no era producto del azar, Dereck destacaba por ser lo que era: un hombre lobo. Sin embargo, él en eso tampoco era común.

Para cualquiera de su especie sería lo más raro del mundo verlo mezclarse entre los humanos con tanta facilidad. La mayoría de las manadas prefieren aislarse y vivir en los bosques solo con los de su especie, sin embargo, para Dereck estar entre humanos no era un problema, de hecho, él prefería pasar por un humano común en lugar de tener que llevar la carga de ser el último hombre lobo de su manada.

Luego de que terminó el partido, Dereck sintió el impulso de ir a buscarla, pero se contuvo y en lugar de eso, fue a los vestidores para darse una ducha y sacarse el olor a sudor que tenía en su cuerpo.

Pablo, su mejor amigo humano, lo acompañaba mientras también se cambiaba.

—¿Es verdad lo que andaban diciendo las animadoras? ¿Tienes una acosadora?

Se supone que él debería reírse, ya había aprendido cómo eran las dinámicas con los humanos. Sabía muy bien que entraba en la categoría del chico popular, y por la forma en la que a aquella chica; de la cual desconocía su nombre; la habían tratado, estaba seguro de que no lo era en lo absoluto.

Sin embargo, el instinto de protección hacia ella no lo dejó hacerlo.

—Solo es una chiquilla demasiado fan.

—Esas son las más dispuestas —le aseguró guiñándole un ojo.

Dereck tuvo que hacer un sobre esfuerzo para contenerse y no golpearlo. Pablo era su mejor amigo, pero en realidad no conocía ni la cuarta parte de su verdadera vida. Él llevaba años huyendo de su destino y ocultándose del mundo sobrenatural que no parecía dispuesto a dejarlo ir.

—Ya vuelvo —le dijo con desgana después de cambiarse.

Dereck no podía controlar las ganas por estar cerca de ella otra vez. Así que se coló de vuelta al sitio donde la había visto por última vez. No podía creer que antes no hubiese sido capaz de darse cuenta de su presencia, en cambio ahora podía percibir su aroma casi de manera perfecta.

Ella emanaba un olor como a lavanda y chocolate. Una mezcla curiosa, pero deliciosa. El corazón de Dereck se aceleró y el instinto animal que mantuvo a raya durante tanto tiempo estaba deseoso de liberarse. Todo en lo que podía pensar era en la unión con su mate. Gruñó por lo bajo y se forzó a clavarse las garras en las palmas para tomar nuevamente el control.

—Solo vamos a verla, no pasará nada más —se dijo a sí mismo, o a su lado animal.

La sangre que brotó de sus heridas cayó tan rápido como se curaba su piel, volviendo al estado original.

El chico de cabellera marrón y unos profundos ojos ambarinos, siguió el rastro del aroma que había dejado. El camino lo llevó hasta la zona que colindaba con el bosque en Oak University. Le pareció curioso que fuese hasta allí, como si de algún modo lo supiera.

Dereck sabía el motivo de que ella lo dibujase tanto, y es que, aunque fuese humana, también podía sentir el vínculo, aunque de una forma más leve que él.

Se detuvo en seco cuando escuchó los sollozos de la chica. Trepó a un árbol cercano y agudizó su poderoso sentido del oído para escucharla.

—¿Cómo pude ser tan tonta? ¡Todos se burlaron de mí!

—Tranquila, lo olvidarán en unos días —le respondió Cassandra.

Se sintió mal por escucharla llorar, desde ahí podía ver esas mejillas regordetas y su rostro con algunas pecas, aunque estuviese hinchada por llorar, no dejaba de verse hermosa. En ese momento Dereck quiso echar por la borda todo lo que se había prometido a sí mismo; sintió el impulso de aterrizar frente a ella y decirle…

—Mía, ya no te preocupes, esos tontos son así. Te advertí que no te enamoraras de Dereck Hawk.

—Mía… así que ese es tu nombre —susurró Dereck para sí mismo.

Una sonrisa se formó en su rostro, su nombre era todo lo que quería decirle en ese momento, que ella era suya, y que él sería su mate y su Alfa para siempre… pero, el sentido común se lo impidió.

También sabía que no podía acercarse a ella de esa manera, pues una humana frágil como Mía era ignorante a la existencia de las criaturas sobrenaturales.

La chica de cabello castaño muy claro limpió sus lágrimas y se puso de pie.

—Está bien, vamos.

Mía se alejó de él, pero Dereck todavía no estaba dispuesto a dejarla ir. Le siguió hasta las residencias y la vio entrar a su habitación. Quiso dar un paso hacia el árbol que daba a la ventana de la chica, pero su celular vibrando se lo impidió.

—Amor, ¿dónde estás?

Se trataba de Ginger. Dereck no estaba enamorado de ella, pero de alguna forma deseaba obligarse a estarlo porque así sentía que se alejaba más de su naturaleza sobrehumana.

—Estoy ocupado, después te llamo.

Colgó sin esperar una respuesta y se guardó el teléfono una vez más. Trepó este nuevo árbol y desde allí observó a Mía limpiando su cuaderno de dibujo. Con su vista ágil alcanzó a ver un par de retratos de él mismo.

Ni siquiera el más famoso de los pintores habría hecho una imagen tan perfecta de él.

Le escuchó decir que a la mañana siguiente tomaría un curso electivo de historia y cultura. No pudo evitarlo, de inmediato fue a la oficina central y se inscribió junto a ella.

Dereck pasó la noche ansioso esperando a que llegase el día siguiente. Cuando salió el sol, nunca se había sentido tan entusiasmado con algo desde que había comenzado a fingir ser un humano.

Esa mañana, ella ya se encontraba sentada en la mesa. La lección era por parejas, así que él no lo dudó, se sentó a su lado.

Mía giró lentamente la cabeza y cuando se dio cuenta de que se trataba de él casi se ahoga con su propia saliva. Lo miró como una tonta, incapaz de apartar la vista.

—¿Estás buscando un nuevo ángulo para dibujarme? —le preguntó con sarcasmo.

Ella no podía dar crédito a lo que estaba escuchando, no solo se sentó a su lado, sino que, además, le estaba hablando.

—¿Ah?

—¿No eres tú la que se puso a dibujarme durante un partido? —preguntó haciéndose el desentendido.

Mía abrió los ojos hasta que casi quisieron salirse de sus órbitas.

—L-lo siento —tartamudeó.

Ella tenía el cuadernillo ahí a un lado. Lo miraba con ansiedad y el corazón latiéndole a mil por hora dentro de su pecho.

Dereck tomó la libreta sin su permiso deslizándola por la mesa. Mía estuvo a punto de saltar sobre ella y detenerlo, pero no lo hizo. Él la abrió y observó los demás dibujos con genuino asombro.

—No te disculpes por lo que haces, es muy bueno.

—¿D-de verdad? —preguntó sin poder creerlo.

—Sí —dijo con una sonrisa.

Sin embargo, Dereck tuvo que verse obligado a borrar la sonrisa del rostro cuando llegó el profesor. Ese día iban a tratar mitos y folclore. Se preguntó si acaso era una mala broma del destino, pues mencionaron a los hombres lobo.

Mía se estremeció al escuchar los mitos que decían sobre ellos, y se ponía cada vez más nerviosa, pues sentía la mirada intensa de Dereck sobre su hombro.

—¿Tú que piensas sobre ellos? —interrogó cuando el profesor se distrajo.

Mía volteó a mirarlo y se sintió realmente intimidada con esos ojos ambarinos fijos en ella. Su corazón se aceleró a límites insospechados, aunque desconocía la causa de semejante nerviosismo.

Nunca había estado tan cerca de él, ahora que podía hacerlo por fin, percibió el dulce aroma cítrico de su piel, como a piña con naranjas. Sintió ganas de aspirarlo, pero se contuvo.

—¿Sobre quiénes?

—Los hombres lobo.

—Pues, que no existen —dijo entre risitas, pero se puso seria al ver que él no se reía.

—Y si lo hicieran, ¿qué pensarías?

Mía se estremeció. No imaginó que la primera conversación con su deportista favorito fuese así.

—No lo sé, supongo que me alejaría a miles de kilómetros.

Esa respuesta le dolió fuerte en el pecho a Dereck. La clase acabó y entonces él se fue de improvisto, sin conversar nada más, ni con ella ni con nadie.

Estuvo a punto de echar por la borda todo en lo que había trabajado, pero sabía que no podía permitirse perder el control. No podía ceder al vínculo de la luna que dictaba que ella le pertenecía, porque hacerlo significaría arruinar su vida.

Vio a Ginger y entonces hizo una estupidez. Esperó que Mía saliera solamente para tomar de la mano a la pelirroja y plantarle un beso en los labios.

Supo que aquello le había dolido, pues apartó la mirada y dio media vuelta para irse por el otro pasillo.

Pero si Dereck pensaba que iba a ser tan fácil ignorar su naturaleza, el destino, o quizá la misma diosa luna se iban a encargar de hacerle saber que no era así.

—“La señorita Mía Sullivan y el caballero Dereck Hawk, por favor, se solicitan en la dirección del campus” —dijo una voz por el parlante.

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