CAPÍTULO 91: LA MENTE Y EL CORAZÓN

Cuando Damien abrió los ojos de nuevo, ya no se encontraba en las garras de su padre. El aire pasaba libremente a sus pulmones y no sentía dolor alguno.

«¿Dónde estoy?», se preguntó. El lugar parecía un salón etéreo, rodeado de nubes rosas y azules.

—¿Estoy en el cielo? —cuestionó en voz alta.

—No exactamente —respondió una voz femenina y etérea que lo dejó congelado.

Damien se giró sobre sus talones y entonces la vio. No necesitó que alguien le dijese quién era, pues lo supo en cuanto sus ojos se encontraron…

—Diosa luna —susurró con una exhalación de asombro, en su tono de voz estaba implícita la reverencia de quien reconoce a una deidad.

La Diosa Luna, con su presencia majestuosa, respondió abriendo los brazos con gracia y serenidad.

—Ven aquí, hijo mío —invitó con un gesto acogedor que envolvía el espacio entre ellos.

Damien no lo pensó, fue como si la conociera de toda la vida, como si ella siempre hubiera estado ahí sin que lo supiera. Corrió a sus brazos y se dejó envolver por
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