La imagen de mi mejor amiga desvaneciéndose en un haz de luz se grabó en mi mente; fue, sin duda, la peor experiencia que he vivido. Pero el verdadero calvario comenzó cuando intenté contar lo sucedido: cada persona que escuchaba mi historia me tachaba de loca, llegando incluso a sugerir un psiquiátrico. Desesperada, mi última esperanza fue seguir la inusual señal de una aparición de energía, distinta a las habituales. Sin embargo, al llegar al punto de origen, la desesperación me invadió al no encontrar respuestas. En medio de esa frustración, rabia y dolor, el evento de la cueva de hielo se repitió: fui absorbida por una fuerza invisible y arrastrada a un lugar completamente desconocido. A primera vista, era un paraje salvaje: árboles imponentes, sonidos de animales indomables... Apenas estaba asimilando cómo había terminado allí cuando una criatura que nunca antes había visto se materializó frente a mí, dejándome petrificada. Era más alta que una jirafa, con ojos rojos y profundos,