Observé con disimulo a mi luna mientras se sumerge en el agua. Su larga cabellera y la extraña cobertura de trapos que cubre su cuerpo se empaparon. Mis labios se humedecieron al pasar la lengua por ellos. Aunque mantengo una distancia prudente para no incomodarla, mi vista es aguda. Puedo ver cómo la tela se adhere a su piel, realzando sus senos, ahora más grandes y redondos. Una descarga de placer y dolor recorrió mi virilidad, anhelando sumergirse en las profundidades de mi luna.
Intento distraerme con el baño, pero es inútil. Mi mente se aferra a la imagen de mi luna: la curva generosa de sus caderas, la plenitud de sus senos redondos, la magnitud de su trasero. Cada parte de ella me parece perfecta, imponente; encaja con mi cuerpo con una armonía absoluta. No hay en ella fragilidad ni delicadeza superficial, y eso es precisamente lo que me atrae, pues sé que puede con todo lo que soy y con cada deseo que anhelo entregarle.
"Estoy lista, Drack." La voz de mi luna me arrancó de mis