[FRANCESCO]
Monaco
El amanecer tiene un sabor metálico, como si la luz arrastrara los restos de una noche que no se fue del todo. El mar se abre frente a mí, inmóvil, casi cruel en su perfección. Desde el ventanal del departamento puedo ver los yates balanceándose en el puerto, el lujo anestesiado que siempre me rodea y que ahora me resulta insoportable.
El teléfono vibra sin descanso desde hace días. Correos, comunicados, advertencias. La escudería me exige silencio, mesura, una disculpa pública.
—“Debemos cuidar la imagen, Mozzi. No estás en edad de cometer errores así.” —me dijo el director deportivo, con esa voz seca que usa cuando no hay espacio para excusas.
Pero no tengo una. No sé qué ocurrió esa noche. Solo recuerdo los flashes, el sabor del alcohol, la risa de alguien que no era Sofía, y luego… nada.
Despertar en una habitación desconocida, con una resaca que me partía el cráneo y el rumor de una cámara que se apagaba al fondo.
Desde entonces, el silencio. Y la certeza de qu