161. SIN MIEDO
[SOFÍA]
La habitación está en silencio… Ese silencio suave que llega después de un día que lo gritó absolutamente todo.
Las paredes aún parecen vibrar con los ecos de la celebración: el ruido del público, los flashes, el champagne, los abrazos, los gritos del equipo, el llanto inesperado de felicidad.
Pero aquí adentro… solo estamos nosotros tres.
Tiziano duerme en la cama pequeña que el hotel preparó para él, con los puñitos cerrados y la boca entreabierta. La ciudad se mueve detrás del ventanal como un mar de luces.
Yo estoy sentada en la cama, con las piernas cruzadas y el cabello aún húmedo por la ducha.
Francesco sale del baño descalzo, con una camiseta negra y el cabello desordenado. Trae un brillo en los ojos que no es solo de la victoria.
Es algo más profundo. Más íntimo. Cuando me ve, sonríe. Esa sonrisa que me derrite desde hace años.
—Finalmente solos —dice en voz baja, acercándose.
—Bueno —respondo mirando a Tiziano—, casi solos.
Él ríe, esa risa ronca que adoro.
Se sienta