ISABELLA RODRÍGUEZ
Acompañamos a María al aeropuerto, pidió privacidad para comprar su boleto de avión y, aunque por la hora intenté deducir su destino, no fue tan sencillo adivinarlo. Nos despedimos entre llanto y risas, esperando que su futuro, a donde fuera que ella migrara, fuera mejor del que proyectaba al lado de Daniel.
No se movió ni un solo paso y esperó a que Yolanda y yo saliéramos del aeropuerto, estaba siendo muy meticulosa para evitar que descubriéramos a donde iba.
—Odio a Daniel… —dijo Yolanda arrastrando los pies—. ¿Por qué tenemos que perder a María por culpa de ese idiota? ¡Que mejor se vaya él con su Celeste y nos deje en paz!
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