ISABELLA RODRÍGUEZ
Después de ese momento incómodo donde Esteban se volvió a presentar, como si fuera un completo desconocido para mí, Romina me tomó de la mano y me dirigió hacia el estudio de música. Sentí la mirada de ese hombre clavada en mi espalda como un puñal. La noche era aún joven y sabía que me esperaba una plática difícil con él en algún momento.
—Sé lo que ocurrió dentro de ese hospital… y me encuentro en un grave dilema —dijo Romina mientras acariciaba el piano con su delgada mano—. Lo que hizo Gabriel ayudado por el doctor Ávila fue ruin. Quiero creer que tú no estabas enterada de esto.
—No… Lo supe después —contesté