Adán García.
Dos semanas después.
Un nuevo día. Un nuevo intento por acercarme a Eva, por demostrarle que ya no soy el hombre que la hirió, que no soy el enemigo que ella cree ver cada vez que cruza sus ojos conmigo. La culpa me pesa en el pecho como una losa, pero sigo aquí, buscando cualquier grieta en el muro que levantó contra mí.
Nikolaus no está con ella en España. Tuvo que regresar a Alemania para ocuparse del caso judicial que lo mantiene atado a su país. Pero aun en su ausencia, veo cómo Kuno Hoffman la rodea con un cuidado férreo, casi paternal, como si Eva fuese un cristal delicado que no se puede romper. Y me arde, porque en algún momento quise ser yo quien la cuidara de esa forma.
Las oficinas lo dicen todo: la de Kuno está justo al lado de la de Eva, siempre disponible para ella; la mía, en cambio, la comparto con Brandon. Parece una burla del destino. Aquí estoy yo, en lo que llaman mi centro de operaciones, pero en realidad no es más que un recordatorio constante de l