Olivia.-
Desde que dejé el hospital tengo la mente en blanco, la única opción es hablar con el señor Owen, pedirle que mueva sus contactos para que Martina este de primera en la lista de trasplantes. Haría todo por mi hija, dios sabe que sí, pero siento remordimiento por la persona que será desplazada, me mata.
— ¿Señora, se encuentra bien? –escucho la voz del Charlie, me observa por el espejo retrovisor con una preocupación genuina, miré hacia adelante, no me di cuenta de que habíamos llegado a la casa.
— No, Charlie no estoy bien, ¿tienes hijos? –la pregunta simplemente salió de una necesidad que no sabía cómo explicar.
— Sí, un niño de dos años –la confesión espontánea me sacó una sonrisa, pero una lágrima escapó.
— Me alegro mucho por ti, es lo único que te va a llenar de vida.
Charlie se giró mirándome a los ojos.
— Señora, sé que la niña Martina está mal de salud, pero no puede perder las esperanzas. Ella llegó a este mundo por una razón. Mi madre decía que todos venimos con