Olivia.-
Siento sobre mis parpados la incandescente luz, además del martilleo constante que hay en mi cabeza “solo unos minutos más” me digo a mi misma cerrando nuevamente el ojo que abrí, cuando escucho una respiración a mi lado.
Lo que me hace abrir los ojos de par en par y girarme lentamente. — No, no ¡no puede ser! Mi corazón late a toda velocidad, siento que voy a desmayarme o peor a vomitar, levanto la cobija con la mano temblando y me golpeo mentalmente… “Desnuda, completita, sin un solo trapito” me cubro nuevamente. A mi lado, xx, mi nuevo y flamante esposo, durmiendo plácidamente. “Ok, ok Olivia no entres en pánico” Me digo a mi misma, sintiendo la angustia y la vergüenza instalarse en mi consciencia. ¿Cómo fui capaz? Giré ligeramente mi cabeza mis ojos bajaron lentamente de su rostro a su torso desnudo, algunos pequeños vellos recién salidos y muy rubios adornando su musculatura, trague grueso al ver la marca y el pequeño tatuaje situado en la línea que divide su pelvis. “Maldición…No sé qué diablos estoy pensando” Me levanto con cautela, sin despertarlo, al moverme siento un poco de dolor en mi entrepierna, confirmando la sospecha de la acción que hubo en esta habitación y de la que no recuerdo ni m****a, apenas me termino de vestir salgo corriendo de la habitación. (…) Caminé por el pasillo de la mansión Lennox rogándole a toda la corte celestial no ser vista por nadie, pero mi intento fracasa estrepitosamente. — Veo que tuviste una buena acción anoche –sus ojos bajan a mi cuello. Agradezco que sea mi hermana quien me habla. La tomo de la mano y la arrastro hasta la que debió ser mi habitación. — ¡No sé qué paso anoche! –suelto con angustia–. ¿Qué pasó anoche? Tú debes saber. — Pues Damian sacó a la loca de su ex. Después, comenzaste a beber como si no hubiera mañana. Te dejé unos minutos para ir al baño y cuando regresé no te encontré por ninguna parte. El señor Lenox me dijo que todo estaba bien y tuve que irme a atender a un paciente de emergencia como puedes ver –comenta señalando su uniforme clínico–. ¿Te acostaste con él? — No… sí, pero, no sé cómo, no recuerdo nada –grito con mi rostro entre las manos–. Precisamente con él. — Eso ya lo sé - me dice con suficiencia - . Y sí que la pasaron bien ¿ya te viste en el espejo? Salí corriendo hacia el baño. Cuando me detengo frente al espejo mi mandíbula casi termina en el piso. Tenía varios chupetones en mi cuello y no solo ahí, me deshice del vestido, habían y había moretones también en mis pechos y hasta en mi monte de Venus. — Sí que es intenso ese esposo tuyo. Mi hermana sonríe con diversión y yo quiero abrir un hoyo y que me deje en la China. — Laura escúchame bien. Nadie puede saber que esto pasó, prométemelo –le supliqué con tanta vergüenza que podía sentir mi rostro ardiendo. — Sabes que siempre guardo tus secretos, pero no sabes quién los pudo haber visto o si él a diferencia de ti lo recuerda todo. — No se lo preguntaré, prefiero no saberlo –confesé decidida, volviendo a cubrir mi cuerpo. — ¿Estás segura? ¿Por lo menos antes de salir verificaste que haya usado preservativo? Tú tienes mucho tiempo en celibato hermanita. Toda la sangre de mi cuerpo terminó en mis pies, las palabras se me atoraron en la garganta. “¿Y si él no se había cuidado? ¿Y si quedo embarazada?” — Mientras lo piensas, date un baño y luego trata de maquillarte esos adornos que tienes en la piel, se acerca la hora para ir a buscar a Martina y… sé que no es momento de decirte esto, pero… ya todo el mundo sabe que eres la esposa del famosísimo Damian Lennox. (…) Tenía la cabeza hecha un lío, al salir de la mansión había un montón de fotógrafos y periodistas haciendo miles de preguntas una de ellas ¿desde cuándo Damian engañaba a Brandy Mars conmigo? Pero era de esperarse en Florida. Aquí el chisme abunda y es el entretenimiento principal en esta ciudad, por suerte la camioneta tenía vidrios polarizados. «El señor Owen pensó en todo» pensé, tratando de calmarme. — ¿Lista? –Laura toma mi mano dándome consuelo, lo que agradezco no sé qué haría sin ella. — Sí, quiero ver a mi hija. — Señora si me necesita, estoy aquí. Anuncia el chofer con un tono bastante serio y profesional, asentí sonriendo con amabilidad. Cuando salí de la camioneta la puerta de la casa de Benjamín, mi ex, se abre, viene con cara de pocos amigos, Martina viene detrás de él con sus auriculares en los oídos. — Pero, miren a quien tenemos aquí a la nueva señora Lennox –suelta con ironía, mientras yo enfoco mi atención en Martina. — Hola mi amor –busco de abrazarla, pero ella me ignora, volteándome los ojos con enojo. El chofer se había bajado, le abrió la puerta a Martina y una vez que la cerró se puso en modo guardaespaldas sin perder de vista a Benjamín. — Eres una desvergonzada –comenta con un gesto cargado de desdén, mirándome de arriba abajo creyendo que con eso me insulta. — Según tú ¿por qué? era una mujer soltera, a ti no debe importante con quien me caso o no, a quien me cojo o no, al menos no fui como tú, un infiel que siempre me quiso ver la cara. — ¿Desde cuándo estas con ese cantante de quinta? — No tengo porque darte explicaciones de MI vida privada, adiós. Me giro para irme porque ver a este imbécil me da ganas de vomitar. — ¡Ni creas que voy a dejar a que mi hija viva en ese mundo! Me detengo, para luego soltar una carcajada y plantarme frente a él. — ¿Y qué vas a hacer? ¿Quitarme a Martina? Inténtalo porque me va a encantar mostrarle a un juez todas las facturas médicas que no has pagado, todos los medicamentos de su tratamiento que tampoco has pagado y ni hablemos de tu presencia en sus consultas médicas ¿vas a explicarle a un juez qué te ha impedido estar con tu hija sabiendo su condición médica? Su rostro se distorsiona por el enojo, pero no pudo decirme una sola palabra. — Eso pensé, los años pasan, pero sigues siendo un cobarde, infiel y un títere de tu mamá, así que no vuelvas a amenazarme. — Martina no tomó bien tu nuevo matrimonio, ella vendrá sola a vivir conmigo. Responde con suficiencia y me hierve la sangre de solo escucharlo. Me subo a la camioneta sin mirar atrás, adentro Martina conversaba con su tía, como si nada hubiese pasado afuera. — ¿Estás bien? –pregunta mi hermana con preocupación. — Si lamento si escucharon… — No escuchamos nada los vidrios son anti ruidos –me guiña el ojo con picardía. — Mamá, ¿Por qué te casaste con Damian Lennox? ¿Para librarte de papá y de mí?