Jane irrumpió en su apartamento hecha una fiera. Azotó la puerta con tanta fuerte que las paredes parecieron temblar. Ya estando dentro desató su ira.
Se frotó los labios con violencia, como si quisiera arrancar de ellos aquel beso. Un beso que en vez de convertirla en una heroína, terminó en humillación.
—¡Imbécil! —escupió, lanzando la cartera sobre el sofá.
Se quitó una a una las sandalias y las lanzó contra la pared Caminó descalza, como una fiera encerrada, derribando todo lo que encontraba a su paso, los cojines cayeron al suelo, estrelló el jarrón de porcelana ubicado en el centro de la mesa contra el piso.
Quería desahogar su ira con todo lo que tenía frente a sus ojos. Ethan la había rechazado. A ella, a la mujer hermosa por la que antes daba la vida.
—¡A mí! —gritó, su voz quebrándose entre furia y dolor—. ¡Y todo por esa maldita niñera!
Cerró los puños tan fuerte que sintió sus uñas clavarse en la palma de sus manos hasta casi romper la piel. Aquel ardor era insign