Durante los días siguientes, Ethan mantuvo su postura fría y distante, fiel a su promesa de no dejarse vencer por sus emociones. Evitaba permanecer a solas con ella por largo tiempo, esquivaba su mirada y cuando necesitaba informarle algo, era parco en la información.

Con una posición estoica de brazos cruzados, tono de voz neutro y respuestas cortas, Ethan se mantenía a salvo de sí mismo. Había construido una barrera entre ambos. Todo estaba resultando como lo había planeado, hasta que llegó el fin de semana. Durante esos dos días, no sólo estaría en casa, sino que dos de sus empleadas, no estarían en la mansión.

Tatiana viajaría a ver a sus padres y Jimena, regresaría sólo el domingo al atardecer.

¿Solos?

Esa mañana del sábado, mientras trabajaba en la biblioteca escuchó unos pasos suaves acercarse por el pasillo. No era necesario adivinar, sabía que era ella.

—Buenos días, señor —dijo Jazmín con voz suave, cargando al bebé en brazos.

Ethan levantó el rostro y la obser