Míralas, amor, son nuestras hijas

—Asegurarse de que está muerto —ordenó en cuanto llegó junto a los guardias—. Avisen a la policía y si quieren a un culpable, fui yo el que disparé. Mis hijas están desaparecidas y mi esposa necesita llegar a un hospital.

William entró en el coche con Kathleen en sus brazos.

Benjamín comenzó a dar órdenes y los guardias corrieron a cumplirlas.

—Yo organizaré la búsqueda, enviaré a uno de mis hombres con usted al hospital, quédese junto a su esposa. Confíe en mí, no le fallaré de nuevo.

—Ni lo sueñes —gruñó—. Da aviso para que envíen escoltas para mi esposa y que nadie entre o salga de la habitación que no sea del personal médico. Quiero que cuando despierte lo primero que vea sea a sus hijas.

Cerró la puerta del coche y lo dejó con la palabra en la boca.

Cuando llegaron al hospital y los médicos comenzaron a atenderla, Will deseó quedarse allí con ella, pero sus hijas estaban desaparecidas y le había prometido recuperarlas.

—Confíe en Benjamín, señor Hudson, las encontrará —le dijo un
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