Will se sentía bastante nervioso, había dejado a Kathleen acostada en una camilla y varias enfermeras la estaban preparando.
Él había salido para darle la privacidad necesaria y porque no se sentía bien con su conciencia.
—William, sabes que esto no está bien —la voz del doctor se escuchó a su espalda—. Debes decirle a esa chica que los óvulos que se usarán son los suyos. Ella será la madre biológica y no es ético que me obligues a hacerlo. Si se llega a saber mi carrera estará en peligro.
Al parecer su conciencia también sabía hablar, además de estar dándole una terrible jaqueca.
—¿Ahora me llamas William? Antes era señor Hudson —se quejó y miró a ese hombre que conocía desde niño—. Yo lo solucionaré, tú hazlo, hablaré con Kathleen cuando sea el momento.
—Ahora no hay nadie y puedo hablarte como si lo hiciera con mi hijo. Esto que haces no es correcto.
—Pero lo harás, sabes que estás en deuda conmigo y que me lo debes. Yo te ayudé cuando más lo necesitabas, recuerda, cuando tu ca