CAPÍTULO 205

Alexandre estaba sentado en el borde de la cama de su habitación, mirando la ventana como si el horizonte pudiera ofrecerle algún tipo de consuelo. El yeso en su pierna lo mantenía atrapado, una cárcel física que reflejaba el estado de su mente.

A cada movimiento, la incomodidad se hacía más aguda, y la impotencia lo consumía poco a poco. La habitación estaba en penumbra, apenas iluminada por los débiles rayos de luz que se filtraban entre las cortinas. Todo en el espacio parecía estancado, como él.

El crujido de la puerta abriéndose lo sacó de sus pensamientos, pero no hizo ningún esfuerzo por voltear. Sabía quién era. Valeria había estado entrando y saliendo de la habitación en los últimos días, pero nunca había permanecido demasiado tiempo. Esta vez, ella no se marchó de inmediato. Se quedó en el umbral, observándolo con los ojos llenos de preocupación y dolor.

—Alexandre… —su voz era suave, casi un susurro, como si temiera romper algo frágil al alzarla—. Lamento mucho todo lo que
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